Toda una vida democrática hemos votado mayoritariamente a una sola izquierda, PSOE; o a una sola derecha, PP. Pero éramos muchos los que clamábamos porque ese bipartidismo se acabara.

Y en esto, en 2008 llegó UPyD, un partido que quería ocupar el centro del escenario político español. Y se hizo con un escaño, que no era mucho, pero si más que nada. Y hete aquí que en las elecciones de 2011 consiguió cinco escaños. UPyD crecía y se comenzó a augurar el fin del bipartidismo. Pero no, muchos miembros de la formación que no compartían los mismos intereses que se líder, Rosa Díez, abandonaron, y el partido quedó reducido a la mínima expresión.

En 2014 surgió Podemos, un partido de izquierda que ilusionó a muchos ciudadanos desencantados con los políticos de entonces y el bipartidismo. En poco tiempo Podemos se convirtió en el tercer partido más votado, y en las elecciones de 2016 se colocó a 14 escaños de alcanzar al PSOE, segundo partido más votado. Pero algunas maneras de proceder de su líder, Pablo Iglesias, y antagonismos internos, provocaron descontentos y desacuerdos en la formación, y la desconfianza en muchos votantes. Podemos descendió estrepitosamente.

Ciudadanos, otro partido llamado a ocupar el centro del ámbito político, irrumpió con fuerza. En las pasadas elecciones de abril se quedó a sólo 9 escaños de alcanzar al PP, segundo partido más votado. Pero Ciudadanos parece no saber lo que quiere. Su líder, Albert Rivera ha entrado en una dinámica de ambiguas y desacertadas determinaciones y declaraciones. Ciudadanos está formando gobiernos autonómicos y locales con PP y Vox, intentando hacernos creer que sólo pacta con el PP. Pero los españoles sabemos que PP y Cs no van a ninguna parte sin el apoyo de Vox. Puede que Albert Rivera haya iniciado el desvanecimiento de su partido. Eso lo dirán sus votantes en las próximas elecciones.

En los últimos años varios partidos han abordado el panorama político español para intentar acabar con el bipartidismo. Y sí, han conseguido fragmentar la izquierda y la derecha, pero la amenaza de inestabilidad política debido a pactos farragosos entre partidos puede cuestionar la conveniencia del multipartidismo.