TCtuando estaba dando sus últimos estertores la dictadura franquista, un grupo de poetas extremeños recorríamos pueblos y ciudades recitando poemas que rozaban lo prohibido en aquellos tiempos de oscuridad y aún de miedo. A veces, directamente nos lo impedía la autoridad gubernativa, que vigilaba celosamente cada actividad pública. No obstante, en muchas ocasiones pudimos ver vibrar a centenares de asistentes cuando Manuel Pachecho declamaba aquello de "En boquita cerrada no entran moscas/pero tampoco salen las palabras".

Sigue siendo verdad. Pero también continúa ocurriendo que a la inmensa mayoría de los que se acomodan en el poder les revuelve oír palabras que no les acunan los oídos. Incluso algunos de los que organizaban aquellos actos y aplaudían a Pacheco, ahora tratan de represaliar por todos los medios a quien les canta las cuarenta . O sea, a ratos uno piensa que luchó sólo para darle la vuelta a la tortilla y se calienten en la sartén los que esperaban su oportunidad inconfesable. Como escribía nuestro otro gran poeta Jesús Delgado Valhondo: "¿Dónde ponemos los asombros?"

Pero no hay que dejarse hundir por el pesimismo. Debemos caminar, luchar, reivindicar siempre, como hacen todos los románticos de todas las revoluciones. Como escribe el también poeta Antonio Murteira, alentejano que vio cómo les robaban tras la Revolución de los Claveles la Reforma Agraria portuguesa, ejemplar, desde los poderes pretendidamente comprometidos con el pueblo.

No obstante, permítanme --tal vez sea el espíritu nostálgico de la Navidad-- que, como Antonio Machado, hoy "sienta en el fondo de mi corazón tristeza". O más bien indignación, ante tanto cínico y listo seudoprogresista.

*Historiador y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Badajoz