Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Cuanto más poder es un poder mayor debiera de ser el control y la regulación del mismo. Y si hay algo permanentemente poderoso desde hace milenios en nuestro mundo, es el poder del dinero. Poderoso caballero es don dinero y ante el brillo del oro yo me humillo... , nos recordaba Quevedo en su famosa cuarteta, y la verdad es que de entonces a nuestros días las cosas no han mejorado demasiado, pero algo lo han hecho, y el que don Emilio Botín, presidente del SCH, cabeza y estandarte de una de las familias más poderosas de este país, se siente en el banquillo de los acusados por la imputación de 36 delitos fiscales y de falsedad en documento público, no deja de ser un avance, seguramente modesto, pero a valorar por su alta significación.

Los tecnicismos tanto económicos como legales de la cuestión tienen sin duda su importancia, pero mayor aún la debe tener la valoración de las intenciones, porque ellas marcan las pautas de conducta de alguien que tiene poder para dirigir cuantiosos recursos económicos, en una u otra dirección, y de su decisión depende una parcela nada despreciable de nuestra economía capaz de generar riqueza y trabajo. Ya que nuestro modelo económico actual, modelo que debemos mejorar, pero que en nuestras coordenadas geográficas e históricas tenemos que aceptar, incluso porque mejorado es muy eficaz, pero con el que debemos ser particularmente estrictos a la hora de vigilar y enjuiciar los comportamientos de las piezas claves del mismo y el sector financiero, es sin duda una de ellas.

Cierto que el beneficio, el legítimo beneficio, es el resorte básico que hace funcionar al sistema, pero beneficio que debiera tener un comportamiento social y éticamente impecable, siendo su justificación básica la riqueza creadora que da trabajo y bienestar a la sociedad. El beneficio por el beneficio, con una acumulación exorbitante de poder y riqueza, conduce a la tentación berlusconiana del poder.

Con franqueza, no sé si las controvertidas cesiones de crédito, producto que sacó al mercado el SCH, eran legales o no en el momento de su emisión, pero todo parece indicar que su fin último era absorber dinero negro, y mantener su opacidad ante el fisco, yendo destinadas a gentes que no es precisamente calderilla lo que manejan. Ahora estamos haciendo todos nuestras declaraciones a Hacienda para el pago del IRPF, y si se tiene la suerte, que suerte es, de que te salga positiva, pagas y santas pascuas. Pagar es necesario, pagar es bueno, para todos, pensiones, sanidad, educación, infraestructuras, seguridad ciudadana... Todo sale de los ingresos del Estado. El que desde la cima del poder se maquine para ver cómo se elude esta obligación, resulta muy escandaloso.

El que don Emilio Botín dimita o no de la Presidencia del SCH y que su hermano Jaime le sustituya es una cuestión que a los ciudadanos no le importa demasiado. Pero sí importa, y mucho, que los grandes capitanes de nuestras empresas económicas sean conscientes de su responsabilidad social y del papel básico que nuestro modelo económico les otorga.

Es cierto que no les corresponde corregir las desigualdades sociales y distribuir la riqueza que se crea, ésta es una competencia exclusiva del poder político. Pero si es de su responsabilidad el conocer los límites éticos del beneficio, que nunca pueden estar por encima de las leyes. Es más, el beneficio por el beneficio les invalida éticamente ante la sociedad.