WCwrece la impresión de que Bush, al final, será otro presidente que, como Aznar, saldrá del cargo por la puerta de atrás. Su caída de popularidad es pavorosa. La prensa norteamericana empieza a despertar. Se trasladan, por fin, al conjunto de la opinión pública de EEUU los problemas y los fallos de gestión en Nueva Orleans. Es llamativo porque, aunque los medios americanos tengan fama de ser los más libres del mundo, en los años Bush han sido temerosos en lo relacionado con Irak, el deterioro de vida de los millones de estadounidenses pobres o el cruce de decisiones políticas y negocios personales del vicepresidente Cheney.

En EEUU se difunde todo, pero casi nada crítico llega al gran público. Como ocurre cada vez más en el mundo, los grandes periódicos van a la delgada capa de la gente que quiere estar bien informada. El grueso de la población consume sólo TV y los demás medios menores, y éstos están controlados por el tejido ultraconservador que defiende a ultranza la visión hiperpatriótica y fundamentalista de Bush. Pero ahora, cuando lo sucedido en Nueva Orleans decepciona a la mayoría silenciosa, esos medios no quieren hundirse con él y rompen la veda. Bush empieza a tenerlo mal.