TDta gusto ver la sonrisa, las buenas formas, la amabilidad que exhiben nuestros candidatos estos días preelectorales y la facilidad que tienen para aventurar la solución de los problemas. Parecen haber salido de la escuela de las buenas maneras con el master de la seducción en la mano, aleccionados para la persuasión y la empatía. Dotados de energía psíquica, social y material nunca imaginada, se acercan a colectivos y asociaciones, visitan barriadas y centros benéficos, arreglan aceras y limpian jardines, inauguran casas de cultura y proclaman la bienaventuranza del pan y los peces si gobiernan. Todo un extraordinario esfuerzo, no visto durante los cuatro años de la legislatura, que demuestra que su capacidad para la seducción es tan grande como grande es nuestra debilidad para ser seducidos.

El ritual preelectoral es implacable: a su toque se dispara la adrenalina, se trastocan capítulos del presupuesto para tapar los agujeros más visibles, se fuerza a los interventores, se corta de allí y se remienda acá, se saca, como sea, con empresarios cómplices de por medio, lo necesario para construir el puente y hasta para traer el río al pueblo, si el pueblo lo pide. A toque de elecciones, se considera correcto que el alcalde aparezca en el periódico setenta veces siete para escenificar la eficacia y generar una amnesia general en el ciudadano que anule los baches de la acera, las cagadas de perro, la perversión del tráfico y la paralización de la ciudad: ¡patraña!

Patraña artera e inmoral que cansa. Harto de promesas y palabrería, de formas hueras y vacías, de riñas entre los de una acera y la otra, el ciudadano está empezando a ver a los políticos como una especie de gallina clueca temporera que cacarea cuanto hace y aun cuanto piensa hacer y que exige, a cambio, un crédito para el cual no presenta aval convincente.

Parece obligado, llegado a este punto, exigir un imperativo ético: no sonreir en falso ni utilizar el nombre de la democracia en vano. Una futura gestión de gobierno honrada y eficaz, solo es esperable de una campaña electoral razonable, sin titiriteros de por medio, y sin cansinas gallinas cluecas cacareando, pero incapaces de remontar el vuelo.

*Licenciado en Filología