Las cautelas contenidas en el borrador de acuerdo alcanzado para la retirada de los soldados de EEUU estacionados en Irak no deben ensombrecer la importancia del compromiso. Por primera vez, Bush acepta ceñir sus planes a un calendario --repliegue de las ciudades a partir de junio del próximo año y final de la evacuación de todos los efectivos durante el 2011--, aunque deje abierta la puerta a ulteriores modificaciones si "las condiciones sobre el terreno y las necesidades iraquís" lo aconsejan. Incluso va más allá al avanzar que, cumplida la retirada, permanecerá en Irak un contingente no cuantificado de "apoyo o entrenamiento" al Ejército iraquí.

La cercanía del final del mandato de la ONU para la fuerza multinacional presente en Irak --31 de diciembre-- obligaba a alcanzar un acuerdo de esta naturaleza tanto como otros dos factores de la política interior de EEUU: la campaña electoral, en la que el Obama se ha comprometido a retirar las tropas, y el coste insostenible de una guerra que, en plena crisis, dispara cada día el déficit fiscal. Aunque siempre cabe pensar que, a cinco meses de un cambio de Gobierno, los compromisos de un presidente crepuscular tienen un valor relativo, la implicación del Gobierno iraquí en el acuerdo lleva a suponer que obligará sin mucho margen de maniobra al próximo inquilino de la Casa Blanca. Y, de paso, aligerará la campaña republicana, ahora en alza, según las encuestas, de compromisos que hasta la fecha han quedado fuera de ella porque McCain se ha declarado partidario de quedarse en Irak.