La victoria del productor y distribuidor Enrique González Macho sobre el director Bigas Luna en las elecciones a la presidencia de la Academia del Cine, celebradas ayer, abre el camino a un replanteamiento de las funciones que debe cumplir la institución, en especial en cuanto atañe a la comercialización y explotación de los nuevos soportes.

Si la dimisión de Alex de la Iglesia obedeció a su discrepancia con la ley Sinde, el nuevo enfoque del sector que quiere darle González debe atender a dos realidades: proteger los derechos de los creadores, pero, al mismo tiempo, ajustar las fuentes de ingresos a la difusión en internet. De hecho, como ha reconocido González, todos somos internautas y todos nos surtimos de la red.

El segundo reto, tan complejo como el económico, es acercar las inquietudes de los creadores a un segmento significativo de espectadores cuyos gustos no encuentran acomodo en la producción española. Las dos jóvenes vicepresidentas que acompañarán a González, la actriz vasca Marta Etura y la realizadora catalana Judith Colell, tienen en este punto bastante que decir. Por edad y por trayectoria conocen de primera mano las preferencias de las generaciones que han crecido en un universo audiovisual multimedia, con una enorme diversidad de ofertas a domicilio. Dar con el punto que garantice la supervivencia de un arte-industria como el cine ha de ser el objetivo final porque, como sostiene Bigas Luna, ±un país que no tiene cine, no existeO y, a efectos prácticos, no puede neutralizar la colonización cultural.