No hace más allá de cuatro o cinco años que los españolitos de a pié nos considerábamos un pueblo casi privilegiado --"desarrollado", se decía entonces-- por las condiciones desahogadas en las que se desenvolvía nuestra vida; por los servicios sociales de los que gozábamos y por ser una de las escasas "potencias económicas" en las que reinaba el "estado del bienestar"; además de la dinastía borbónica. A nuestras costas llegaban "pateras" repletas de gentes que habían decidido en sus pobres países emigrar al "paraíso", aunque esto fuera aventurado y peligroso. Y a nuestros aeropuertos y estaciones ferroviarias también llegaban masas de turistas y visitantes que tenían el mismo deseo de conocer el "paraíso" de fiestas, diversiones, maravillas monumentales y paisajísticas, que asemás flotaban en un clima bonancible y templado, soleado y amable, junto al ambiente siempre alegre y entrañable de los españoles.

Pero han bastado unos meses --sesenta, más o menos; o un lustro, si se prefiere-- para que se haya producido un giro radical, un notable "cambio de tendencia" --como suelen decir los economistas-- para que nos sintamos claramente avocados a chapotear de nuevo en el temido y denostado "subdesarrollo". Subdesarrollo que ya hemos padecido en el pasado, cuando España era "Una, Grande y Libre" --entre piojos y hambrunas-- y apenas se podía superar la pobreza con unos drásticos "Planes de Estabilización" o los repetidos "Planes de Desarrollo" que no fueron más que intentos de salir de la continua crisis mediante devaluaciones del nivel de vida, encarecimiento de los bienes de consumo, degradación de los derechos laborales, siempre en manos de la inoperante "Central Nacional Sindicalista" y expulsión de más de un millón de trabajadores --"externalización" del problema laboral, diría hoy la "Ministra Secretaria" del ramo-- que hubieron de buscar el sustento en Alemania, Holanda, Bélgica o Italia, si querían mantener a sus familias con cierta dignidad.

XLAS PRUEBASx de este cambio son abrumadoras. Y, aunque durante el pasado verano --como en todos los veranos de esta bendita tierra-- se pueden tapar las "miserias" con algunas mantas de flores que den otro aspecto al paisaje: como aumento de turistas y visitantes, debido a los conflictos desencadenados en otros lugares mediterráneos de bellezas y atractivos similares a los nuestros; aumento de los "contratos basura" --con salarios infravalorados, de duración apenas temporal, sin derechos sanitarios, con horarios indeterminados, etc.-- para atender precisamente a ese exceso de viajeros. Que no resuelven en absoluto el grave problema de desempleo, pero le disfrazan y perfuman; con lo cual los funcionarios y responsables "del ramo" pueden salir a la prensa para cantar las excelencias de la pasada "Reforma Laboral" y sus enormes beneficios en favor de los "parados".

¡Lástima que los veranos sean tan cortos¡. Después viene el otoño: fríos desapacibles; vientos huracanados; lluvias inoportunas... Huelgas de estudiantes y profesores..., huelgas de médicos y enfermeras..., protestas de consumidores..., protestas de desahuciados..., protestas de los miles de españoles defraudados por los bancos..., acampadas de jóvenes en las plazas para buscar trabajo... Subidas de los impuestos para enjuagar las tropelías de los corruptos. Más subidas de los precios --empujados por el IVA-- para que el Gobierno pueda liquidar sus déficits. Recortes en los presupuestos de las instituciones y en los servicios públicos destinados a la Sanidad, a la Enseñanza, a la Cultura, a los viejos o a los deficientes, para su atención y mantenimiento, etc. etc. etc.

Los dichosos "cambios de tendencia" son tan evidentes y agobiantes que no merece la pena seguir enumerándolos. Aunque quizá sí que fuera interesante buscar sus causas y determinar los caminos para encontrar la salida. Suponemos que ante la palabrería enrevesada y chillona a la que está dando lugar este laberinto político y especulativo, esta búsqueda no debe orientarse por los intrincados caminos que apuntan los entes financieros nacionales e internacionales. Caminos sembrados de "primas de riesgo", de "rescates bancarios", de "mini jobs" juveniles y de otros engaños disfrazados de esperanza. Sino en proyectos más sólidos y consistentes de la Economía Real, que nos permita convertir en bonanzas estivales los fríos ventarrones del largo invierno que está a punto de empezar.