TLta Olimpiada de los minusválidos me ha hecho escuchar la canción de la vida y el abismo al que conduce la eutanasia y las falacias cuando se la defiende. Muchos discapacitados e incurables me han dado lecciones de amor a la vida.

En nuestra ciudad Manolo el de las Trescientas . Todos lo conocemos en su silla de ruedas. Sólo mueve sus ojos para mirar y su lengua para entre dientes y con dificultad decirnos cosas maravillosas de su vida. Siempre sonríe. Habla de su felicidad y goza con hacer feliz a los demás. Lo he visto mil veces lleno de buenos sentimientos consolando y animando a tristes y desconsolados.

En estos días fue noticia en televisión un joven de 22 años. Muchos lo vimos en la pantalla: inmóvil, entubado, en su silla especialmente hecha para él, ante la pantalla de su ordenador. Apenas puede mover un dedo de su mano derecha, sus ojos y la lengua para decir algunas frases con dificultad. Este joven ha terminado dos carreras con las máximas calificaciones. Su vida de estudio está llena de premios y matrículas de honor y en la actualidad a pesar de su juventud es asesor económico en dos importantes empresas de nuestro país.

Navegando mar adentro en la vida de ellos, he escuchado a las olas de su existir decir: La vida no es un alborozo, es deseo y decisión. Esta cadena que tiene preso a mi cuerpo es más brillante y valiosa que el más precioso collar de perlas y aunque me veas atado soy libre y vuelo a más altura que las águilas reales. La tortura que lleva a despreciar la vida está en un corazón vacío. La belleza de vivir es una luz en el corazón y una fuerza invisible. Ahora sé que sus vidas son como vasos de vino, lo que ves es líquido, su espíritu está oculto.

*Licenciado en Filosofía