Hay canciones que te llevan más lejos que cualquier máquina del tiempo, canciones que son parte de la banda sonora de la vida de cada uno y que en los minutos que tardan en sonar pueden hacerte sentir invencible, derrotado, enamorado, aventurero... y siempre más joven.

Porque las canciones siempre te vinculan a un momento pasado, no por ello mejor, que definitivamente no va a volver.

Recuerdo canciones que llegaron a convertirse en personas, o quizás era al revés, no lo sé, pero que se metieron debajo de la piel y se han quedado a vivir ahí para siempre, y cada vez que suenan vuelven a ser mi abuela guisando algo rico con Concha Piquer en la radio de una cocina que ya sólo existe en mi cabeza, o mis padres en el coche, camino de la playa con Alberto Cortez, muchas horas de carretera por delante y nosotros cuatro chinchándonos en los asientos de atrás.

También hay canciones que son momentos, fugaces o prolongados, como las de Hombres G que son un primer beso, y las de Silvio que son un campamento entre pinos y durmiendo bajo las estrellas. O alguna de Manolo García que es lo que quise decir y no supe. Y las hay que son todo un verano, como La Flaca, que cada vez que suena me lleva muy lejos en tiempo y espacio y me deja descolocada y feliz durante un rato.

Y claro, las ha habido en inglés, francés, y de rock o de pop, incluso folkore y clásica. Y algunos boleros y sevillanas que intento compartir con mi prole, no siempre con éxito. Y todas son un poco yo, o yo soy un poco todas, y lo bueno es que la lista sigue abierta, ampliado con nuevas adquisiciones y cargando de años y galones las que ya tenía, porque lo importante es seguir sumando, siempre, años, vida y experiencia. Y la ilusión de canciones nuevas. Siempre la ilusión.

*Periodista.