En la película The Queen , se recibe una llamada en la residencia del primer ministro mientras mantiene una reunión de urgencia con sus colaboradores sobre la trágica muerte de Diana de Gales . "Es Gordon", le dice la secretaria a Tony Blair . "Ahora no puedo", es la tajante respuesta. Se trata de la primera y única ocasión en que el canciller del Exchequer es citado por su nombre, un episodio fugaz en forma de clave sobre las relaciones entre el premier y su segundo, quien, llaves en mano, se dispone hoy a trasladarse al número 10 de Downing Street desde la vivienda contigua.

A pesar de que Gordon Brown ha sido el segundo político más famoso del Reino Unido durante el último decenio, el electorado todavía no tiene claro quién es en realidad, ni su estrategia política. Está por ver si piensa en él como una nueva versión de Tony Blair o como el exponente del viejo modelo laborista despojado de carisma. El primer ministro no elegido debe ganarse todavía el aprobado del público. Brown obtiene unos pobres resultados en simpatía, y parte de la explicación reside en su personalidad, cargada de una gran ambición, poder de concentración, certeza moral y convicciones políticas; pero también es visto como un hombre desconfiado, reluctante a delegar, supercontrolador y enemigo de que le planteen objeciones. Sus colaboradores más próximos se esfuerzan en vender la imagen de un político tan afable e inspirado como Tony Blair, pero que ha refrenado su locuacidad para no inquietar a los mercados financieros ni a sus colegas del Gabinete, temerosos de ver reducidos sus presupuestos.

XEN LAx vida del nuevo primer ministro no hay sentimentalismos ni derroches de pasión, pero sí una inteligencia fuera de lo común. Nacido en Glasgow el 20 de febrero de 1951, James Gordon Brown , hijo de un pastor presbiteriano, se imbuyó de la ética protestante y de una especial percepción de las desigualdades e injusticias en la sociedad. Agresivamente brillante, ingresó en la facultad de Historia de la Universidad de Edimburgo a los 16 años, el alumno más joven desde la segunda guerra mundial. A los 17 años, una herida que le privó de visión en su ojo izquierdo lo mantuvo varios meses inmovilizado, pero un año después hizo su inmersión en los estudios y en la política, y a los 21 años fue elegido director del centro. Su tesis doctoral versó sobre la figura de James Maxton , el idealista y poco afortunado fundador del llamado Partido Laborista Independiente. Después, enseñó en la Universidad de Glasgow, trabajó para la televisión, se afilió al sindicato del Transporte y al Partido Laborista escocés. En 1983 salió elegido diputado por Dunfermline, cerca de Edimburgo, y en Westminster conoció a otro joven ansioso por la política, escocés como él, llamado Tony Blair. De aquella relación nacería una de las más fuertes, y también extrañas, alianzas en la política británica. Los dos hombres sellaron un pacto por el que no se enfrentarían entre sí por el poder y formarían una diarquía en el Gobierno.

Pero los intentos por demostrar unidad se estrellaron ante las evidencias de serias disidencias entre Brown, con una buena red de correligionarios escoceses afines --a los que otros laboristas llaman la McMafia-- y un Blair mediático que se maneja bien en Londres. Brown siempre ha estado más a la izquierda que Blair. Empieza a trabajar a las 6 de la mañana, rehúsa vestir de etiqueta en banquetes y actos oficiales, y prefiere alojarse en hoteles antes que en las embajadas. Para muchos, representa la sensibilidad del viejo partido sin la deriva y el artificial estilo de Blair. En cuanto llegó al Tesoro aplicó la doctrina redistributiva de Maxton, redujo los presupuestos departamentales y lanzó programas de vivienda social y de especial atención a la enseñanza, pero dio plena libertad al Banco de Inglaterra para que fijara los tipos de interés, una clave del buen funcionamiento de la economía británica.

La frase "duros con el crimen, duros con las causas del crimen", que tan brillantemente popularizó a Tony Blair, fue, en realidad, acuñada por Brown. La parte más controvertida de su estrategia para combatir el terrorismo es la ampliación del periodo de detención para los sospechosos, un proyecto que condujo la primera derrota parlamentaria de Blair, obligado a aceptar una fórmula de compromiso de 28 días, que ahora Brown se propone revisar. En política exterior poco se le conoce, aunque puede clamar que a él se deben más esfuerzos que a muchos estadistas contemporáneos por atajar los males del tercer mundo, la pobreza y la deuda. Repetidamente alude a las disparidades entre Israel y Palestina en renta por habitante. Su contribución más conocida a la política europea la hizo como arquitecto y guardián de los principios económicos que mantienen a Gran Bretaña fuera de la moneda única.

De vocación matrimonial tardía, no se casó hasta el año 2000, cuando se aproximaba ya a la cincuentena. Con Sarah Macaulay tuvieron una primera hija, Jennifer Jane , nacida prematuramente en diciembre de 2001 y fallecida diez días después. Posteriormente, nacieron John (2003) y James (2006), este último con diagnóstico de fibrosis quística. Es llegado el momento de la verdad en el que Gordon Brown deberá demostrar fibra y estilo además de sensibilidad social en un país casi siempre gobernado por la lógica.

*Periodista