Filólogo

No hay, por esta periferia, biografía disponible de este independentista, de este redentor amargo y crucificable hablador furtivo con la gente del hacha y la serpiente, indulgente con las emboscadas y creador de cenagosas intrigas. Sobre él recae la sospecha de que nadie, en tan poco tiempo, ha hecho tanto por parecerse al material biodegradable y dejar, de paso, el paisaje calcinado. Este Carod Rovira, catalán radical, no necesita que nadie le empuje: él solo, en su bisoñez, es capaz de crear el precipicio, de empujarse y arrastrar consigo al abismo a cualquiera.

¿Es tonto este líder político, inconsciente, utópico, desafiante, aguerrido, mediocre, acomplejado, ciego, superior, inferior, loco, soñador, adivino, hechicero, neardental, atapuérquico, fanático, provocador, visionario? ¿Quién es este señor que metió la zanca hasta la bragadura y calentó en Hendaya la incendiaria pólvora terrorista, afiló los cuchillos en las esquinas, activó la sangre nocturna y oscura, excitó el veneno del escorpión, la fiereza de la hiena y parece haber tomado, sin saberlo, la tragedia ática como modelo, sin prever el desenlace trágico, los desastres a los que siempre conduce ese camino?

Su semblanza nos hace confirmar que parece cierto que los hombres inteligentes están en los laboratorios y ciertos locos en el poder y aunque seamos conscientes de que se ha abolido la selva, no cabe duda de que Carod refleja en su arquetipo modo de andar y en su prominente avance frontal un atávico regusto por las lianas y la ley de la selva si afianza su plan.

Sin biografía en que sustentarnos, sólo nos valen, en la periferia, sus intrigas, para recordarle al president Maragall, la valentía del emperador Federico II que viajaba de allá para acá con una manada de fieras y con su primer ministro en una jaula, por si pudiera, tal como están las cosas, sacar de la historia alguna enseñanza.