Me pregunto por qué cuando vas por la ciudad con tu coche de gran cilindrada vas despacio y saludando a tus amigos y por qué cuando coges la autopista pisas a fondo hasta alcanzar los 240 km/h. A esa velocidad, la vía se convierte en un embudo peligroso. A lo mejor, alguna de tus víctimas es uno de aquellos amigos a los que antes saludabas, o --crudo destino-- un hijo tuyo que regresa de una fiesta. Piénsalo dos veces antes de pisar a fondo el acelerador, porque un coche sin control es tan peligroso como una escopeta de repetición sin seguro. El coche no es para eso. Está diseñado por los ingenieros como una máquina perfecta para que te desplaces y lo disfrutes. Pero recuerda que lo más importante son tus dos manos en el volante. No seas tú como esos para los que su coche lo es todo, pero que te llenan de rabia cuando, por su culpa, ves un coche destrozado en lo alto de una grúa en el arcén. El accidente se produce en fracciones de segundo. Siempre está preparado para dar el zarpazo y dejar a las familias llenas de dolor. Este escrito va dirigido a esa minoría que, al coger un coche, sea de la potencia que sea, se olvida del arma que llevan en sus manos. La gran mayoría se merece todo el respeto, porque lo hace lo mejor que puede e intenta superarse. Sin embargo, hay muchos que, por ignorancia o por descuido, conducen bebidos, siendo ese el gran peligro y el motivo que produce más víctimas. Por eso te digo, a ti joven, y a ti no tan joven: piensa que tu vida es para estar con nosotros, ayudándonos a llevar una vida mejor, y no para teñir el asfalto de color rojo sangre. Piénsalo dos veces antes de coger el volante.

Manuel Alvarez