ENTUSIASMO

Educación limitada

Rafael Carrión // Sevilla

¿Alguna vez los adultos se han preocupado íntegramente en escuchar los sueños, ideas o pensamientos de los niños o adolescentes? Si de verdad lo hicieran y entendiesen nuestras expectativas, y no se dedicasen a obligarnos a «ser realistas» privándonos de esperanzas e ilusiones, quizás, hace mucho tiempo se hubiese terminado con la educación que discrimina, divide y finge. Así hubiéramos empezado a vivir el sueño del entusiasmo, la curiosidad y la autogestión que cada ser humano posee, lo que se han encargado de limitar. En el caso de que únicamente nos tuvieran realmente en cuenta a pesar de ser menores e «inmaduros» podríamos disfrutar de una sociedad mucho más eficiente, fructífera y ética.

RECTIFICAR

La bandera reivindicativa

Martín Sagrera Capdevila // Madrid

Los chalecos amarillos franceses, que reclaman un país más justo enarbolando, como es lógico, la bandera de su país, me han llenado de vergüenza. Verdad en aquel lado de los Pirineos, mentira en este, donde se identifica la secular bandera de España, incluso mucho antes de la llegada de Vox, con quienes propugnan la supervivencia del más fuerte, del darwinismo social, como defendía el concejal Rajoy y puso en práctica desde el poder. La noche de su victoria, sus partidarios fueron a la puerta de Ferraz, desafiando con esa bandera y un ¡Viva España! a los del PSOE, que en respondían sin convicción que estaban de acuerdo, como Sánchez exhibió después sin continuidad una enorme roja y gualda. En vano también, entre otras notables rectificaciones, Iglesias acaba de revindicar nuestra bandera, diciendo que la morada es de un pasado derrotado (y, añadamos, culpable en parte por sus grandes errores del franquismo que estamos aún padeciendo); no vemos en sus mítines ninguna enseña patria, ni sin aditivos, y sí incluso las rompe patrias e insolidarias banderas separatistas.

LA DESIDIA

No perder el tiempo

Mireia Masó // Barcelona

En un mundo donde cada día surgen nuevas oportunidades, nuevas experiencias, no hay tiempo para aburrirse. Una presión que ha aumentado más con las redes sociales. Necesitamos vivir, tener experiencias y que estas sean memorables. No hay tiempo para perder. Pero, ¿puede ser que estemos consiguiendo el efecto contrario? Apreciar un poco más cada momento y vivirlo sin interrupciones puede ser mucho más gratificante.