ELECCIONES

Votar o no votar

M. Clotet

Ser o no ser... cuánta razón tenía Shakespeare con esta letanía. Conversaciones de café, de sobremesa, hoy en el bus: ¿voto o no voto?, ¿voy o no voy?, ¿qué diablos debo hacer, qué tenemos que hacer? Yo considero que debemos ejercer nuestro derecho a votar. Pero, decidme, en vuestro entorno más cercano, ¿conocéis a alguna persona que desde las elecciones generales del pasado diciembre hasta ahora haya cambiado de opinión? ¿A algún zurdo que en estos últimos seis meses se haya vuelto diestro o a algún diestro que se haya convertido en zurdo? ¿Acaso aquellos que iban por el camino de en medio se ha desviado aunque sea un poco?

Sobre todo he oído comentarios punzantes y encendidos hacia los llamados antisistema, que se valen de haber entrado en el sistema, valga la redundancia, para intentar o bien derrumbarlo, o bien darle la vuelta, o bien cambiarlo. Pero en realidad yo no he visto cambio de orientación política en mi mundo de cada día, que a fin de cuentas es lo que reflejan las estadísticas.

¿Sabéis? Tengo ganas de llenar una caja de fruta de madera con los malos pensamientos que me inquietan: la indignación, la intolerancia, la demagogia, la incertidumbre, la mezquindad, la debilidad, la vanidad... y hacia la hoguera. Y con las cenizas todavía tibias, reflexionar: ser o no ser. Y que esta luna de fresa nos ilumine a todos.

CAMPAÑA

Si los políticos se vieran con nuestros ojos

Carmen Gracia

No sé qué decir, tengo tantas cosas bullendo en la cabeza al pensar en las elecciones que es difícil ceñirse solo a algunas de ellas porque considero que todas son importantes. Primero expresaré un deseo: me gustaría que los candidatos a la presidencia del Gobierno pudieran vernos con nuestros ojos cuando se enzarzan en esas discusiones inútiles y tiran de miradas penetrantes y de una entonación trascendental para decir banalidades.

Esta campaña ha sido un fiel reflejo de nuestros políticos. ¿Se imaginan una entrevista de trabajo en la que los aspirantes se enzarzaran en acentuar los fallos y las carencias del resto de los candidatos en lugar de hablar de sus propias capacidades para el puesto que quieren ocupar? De semejante comportamiento extraeríamos que el aspirante tiene poco que ofrecer.

Mi deseo era que pudieran verse con nuestros ojos porque quizá entonces recordarían que quieren gobernar para hacer un país mejor para su gente. Sin embargo, con su líneas rojas y sus inquinas personales, dejan traslucir que lo único que les importa es su propia supervivencia, la de su grupo, la de su partido.