LA REFLEXION

Iglesias, acojonado

Diego Mas Mas

Vuelto a su familiar ambiente universitario, Pablo Iglesias ha confesado haber perdido la fe en la hipótesis del asalto a los cielos. Declara que Podemos debe normalizarse en el Parlamento, algo quizá maravilloso o el camino del cretinismo político. Yo he salido asustado de estos seis meses en él. Incluso me acojona. ¿Pensaba, acaso, ejercer el poder sin el Parlamento? "Podríamos --concluye-- ganar en cuatro años, o que nos demos una hostia de proporciones bíblicas". Los más de cinco millones que hemos votado a Podemos necesitamos y exigimos, más indignados que nunca, un administrador con más confianza en sí mismo y en nosotros. Un representante más serio, que un día no se declare de extrema izquierda y otro diga que es socialdemócrata; que nos llame idiotas si seguimos creyendo en la "idiotez" de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones. Por supuesto, sólo los necios ignoran que se requieren ambas cosas; e Iglesias fue encima el gran desmovilizador de la calle, con una sola manifestación, más que la ley mordaza. Hoy mismo ¿cómo cambiar desde las instituciones con un representante voluble, irrespetuoso con todos y tan acojonado como confiesa ser él? Si no con sus acciones sus frecuentes exhibiciones oratorias nos hace más daño a Podemos que las de Rajoy al PP.

SU PERSECUCION

El bien común como objetivo

Pedro Serrano

Observando la forma de hacer política en este país, se podría concluir que los partidos políticos tienen como único objetivo gobernar a favor de los suyos y en contra de los adversarios. Se podría llegar a pensar que hay tantas Españas como partidos políticos y que la política es una competición donde el objetivo final del ganador es imponer a los perdedores su particular visión del mundo. Y, lógicamente, cuando la política se convierte en una lucha partidista interesada, donde no tiene cabida el consenso, el bien general se resiente. "El hombre es un animal social", decía Aristóteles. Los humanos tenemos la necesidad esencial de vivir en comunidad. Nos necesitamos los unos a los otros, pues somos en función de los demás. Para bien o para mal, esta es nuestra naturaleza y, fuera de la comunidad, los individuos estaríamos a la intemperie y no podríamos desarrollar una vida plena. De modo que persigamos con ahínco el bien común, pues el bienestar de todos será nuestro bienestar. Conseguir una sociedad cohesionada es un objetivo a nuestro alcance si llevamos a la práctica virtudes elementales.