EL PLANETA ROJO

A Marte

José Antonio Barquilla Mateos

Trujillo

A Marte, o amarte, oh, planeta que llaman rojo, tan lejos de nosotros, los terrestres, o terráqueos, vaya usted a saber. Y algo te amaremos cuando queremos por tus caminos ir, en pos de tu misterio, que al fin y al cabo, considerando las astronómicas distancias, solo queda a unos ciento noventa millones de kilómetros, más o menos, según creo. Y nos dicen, en lo que antes llamaban la caja tonta, ya no, el hombre, hablando en sinécdoque, claro, quiere pisar tu impoluta, virgen, o quizás hollada superficie, después de haber pateado (poco), la luna, y cuando vaya tomando confianza, tiene la intención de colonizarte, de habitarte, o invadirte, no sé. Y pasado un tiempo, habrá, a lo mejor, o a lo peor, un ir y venir de un planeta a otro, como quién va de casa al supermercado, y del supermercado a casa. Y si además, no hubo nunca marcianos, sino en, La guerra de los mundos, seguramente los habrá si al hombre ( y a la mujer, se entiende ), les da por «asentarse» en tu rojo y extraño hábitat. Luego que alguna vez nos visiten o no, los nuevos marcianos, sería posiblemente cosa más fácil de creer para los escépticos de este mundo nuestro, pues ya estarían al tanto de la extraordinaria aventura espacial. El caso es que, llegaría un día en que los marcianos seríamos nosotros mismos, por decirlo de alguna manera, para que me entiendan.

LOS SALARIOS

Justicia retributiva

Pedro Serrano

Valladolid

Por interés o cerrazón, a veces permanecemos en posturas inamovibles hasta que los hechos nos demuestran el error en el que estábamos instalados. De poco sirven las llamadas a la sensatez y a la lógica elemental, pues solo cuando nos damos de bruces con los hechos consumados somos capaces de entender, aunque para entonces el daño pueda ser ya irreversible.

Tal es el caso de los errores en la política económica comunitaria desde comienzos de la crisis. Una política empecinada en exigencias drásticas de austeridad que han dado como resultado un crecimiento de salarios muy por debajo de la productividad y un peligroso e injusto aumento de la desigualdad, además de un frenazo en la demanda y el gasto privado de las familias. Por eso, ante la bofetada de realidad recibida, Mario Draghi ha dicho recientemente que «ha llegado la hora de subir los salarios». Lástima que este cambio de criterio no este motivado por un deseo de justicia hacia la clase trabajadora.

Algún día deberían de comprender que lo más ético y ventajoso para la economía y estabilidad de cualquier sociedad es una justicia redistributiva.