Periodista

La diplomacia tiene misterios impenetrables. Algún día se encontrarán en el otro barrio el general Franco y el señor Aznar, y el dictador podrá presumir de que Fidel Castro nunca le montó una manifestación multitudinaria de repudio como la que se ha dedicado ahora en La Habana al inquilino de la Moncloa. A muchas personas puede no caerles bien el señor Aznar por el bigote, por su risita burlona y por la mala pata que demuestra cuando quiere ser gracioso. Pero ha sido elegido democráticamente y esto ya le hace merecedor de un respeto. No se lo tributa el comandante máximo, que le ha llenado de insultos y de comparaciones hasta con Hitler, pero se lo prodigó ampliamente al tirano de El Ferrol. "Solidaridad de gallegos", se ha dicho más de una vez. Podría ser. Véase, si no, la amistad que une al líder cubano con Fraga, demostrada repetidamente en el curso de festejos de hermandad entre la queimada y el mojito, en presencia de los dos. ¿Tendrá que mediar el presidente de la Xunta en el conflicto que ha quedado abierto? No sería de extrañar.

Ha trabajado a fondo esta vez el departamento cubano de Actos Patrios y Manifestaciones, que desde hace años tiene acreditada su eficacia. Ha confeccionado varios modelos de pancartas, de las que se han hecho numerosas copias, y ha reunido a un millón de personas ante la embajada española, incluido el comandante. Igual que el negociado de Rimas y Consonancias, que ha conseguido ahora pareados tan logrados como el de "España, España, Aznar es una araña", comparable al que se dedicó a Kruschev cuando se llevó los misiles: "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita". Todo muy espontáneo, como se puede comprobar.