Soy extremeño y de pueblo. Por ello he vivido de niño, verano tras verano, la experiencia de los emigrantes; esos lugareños en la lejanía, afincados en el País Vasco pero principalmente en Cataluña, que cada agosto retornaban a sus raíces haciendo patente que su huida no era cobardía sino necesidad, y que sus orígenes estaban muy presentes aunque, en buena parte, sus sentimientos ya fueran compartidos con la tierra que les había acogido para darles el trabajo y el medio de vida que aquí se les negaba.

Con el tiempo dejaron de venir. Al menos en la cantidad de antaño. Se hicieron mayores y sus hijos o sus nietos no acudían tanto, quizás porque allí eran los extremeños y aquí los emigrantes y había que plantarse en algún lado. Sin embargo, salvo excepciones, los lazos continúan y cada vez que me encuentro a algún hijo o nieto de extremeño fuera de la región percibo la emoción de alguien que, por un momento, retorna a su niñez, a esas largas tardes de agosto en un pueblecito de Extremadura. La nostalgia es penosa, pero también reconforta porque retrotrae a experiencias de felicidad.

Digo todo esto porque ahora que vivimos momentos convulsos en Cataluña no hay por menos que acordarse de ellos, de toda esta gente que un día concreto de un mes también concreto de los años sesenta o setenta salieron de sus pueblos con la maleta de cartón en busca de una vida mejor. Son 120.000 nacidos en Extremadura los que viven en Cataluña, todos juntos suponen la segunda ciudad más grande de la región que, sumados a sus hijos ya nacidos allí, superan con creces cualquier núcleo poblacional extremeño. El pasado 8 de septiembre, día de Extremadura, participé como director de El Periódico Extremadura en la tertulia de ‘Hoy por Hoy’ de la Cadena Ser y hablamos, como no, de Cataluña y el desafío independentista. Lola García, la directora adjunta del periódico La Vanguardia de Barcelona, presente en la misma, habló de sus orígenes extremeños teniendo en cuenta que se celebraba el día de la comunidad, pero es que el entrevistado del programa, David Bote, alcalde socialista de Mataró, mientras manifestaba su oposición a sacar las urnas el 1-O para el referéndum, deslizó también su procedencia extremeña y tuvo un momento emocionado para con esta tierra.

Una periodista catalana influyente y el alcalde de la octava ciudad más poblada de Cataluña tienen lazos con Extremadura, lo que denota el nivel de integración existente en todos los conceptos. En el reportaje que hoy publicamos en este periódico sobre los extremeños que viven en Cataluña y sus opiniones sobre el proceso independentista, firmado por Rocío Sánchez Rodríguez, se percibe ese sentimiento cruzado de estar en medio de unos padres extremeños y unos hijos catalanes donde ya nada va a ser igual, donde se entremezclan nacionalistas e independistas con españolistas y donde, gracias al enfrentamiento con el Estado, se ha instaurado ese sentimiento de que o estás conmigo o estás contra mí. Una sociedad dividida en definitiva que puede llegar a perder sus arraigos por el simple hecho de no sentirse marginado. «En casa ya no se habla de política», relata el reportaje, lo que describe la fragmentación social que vive Cataluña incluso en el seno de familias de emigrantes extremeños.

No creo que a estas alturas se celebre el referéndum. No lo puede consentir el Estado, pero aún me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí, qué se ha hecho mal para que una minoría independentista hace apenas una década sea hoy casi la mitad de la población. La Constitución del 78, para muchos una meta que ponía fin a 40 años de dictadura, para otros se ha convertido en un simple punto de partida hacia la independencia. El fin no justifica los medios y así como son respetables las opiniones ajenas, por disparatadas que puedan llegar a ser, nunca uno puede saltarse la legalidad e implantar una ruptura unilateral y sin garantías. Quizás a Madrid le haya faltado cintura y al Gobierno capacidad de diálogo, pero cuando uno se salta a la torera las reglas del juego o da un puñetazo en la mesa pierde toda legitimidad.

Hay quien dice estar muy preocupado por el 1 de octubre. A mí me preocupa el día siguiente y los meses sucesivos. ¿Alguien puede ser tan incauto de pensar que esto se acaba aquí? Y no hablo de Cataluña y de España, que también, sino de esos 120.000 de los nuestros que viven allí, esos extremeños que también son parte de Cataluña y que ya no van a volver porque sus vidas, sus hijos, su gente, son de allí. Ellos también están preocupados. Quizás los que más.