Galicia vuelve a padecer una catástrofe ecológica, que no sólo mancha de fuel la Costa de la Muerte --nombre premonitorio de tanto abandono y sufrimiento--, sino que va a tener graves consecuencias para la salud de la fauna y para la economía de las numerosas familias que viven de la pesca y del marisqueo. La marea negra tiene responsables: los armadores del petrolero Prestige y los países que permiten que siga habiendo buques que naveguen violando todas las normas de la Unión Europea y sin la seguridad exigible para mercancías tan peligrosas.

Aznar tiene motivos para pedir responsabilidades. Pero, aunque sea importante dilucidar si el petrolero iba a Gibraltar o a Singapur, lo decisivo es que incumplía las reglas y pasaba cerca de varios países de la UE.

El Gobierno español, sin embargo, no está libre de culpa. Ha tenido que llegar la marea negra a la costa para que el ínclito Arias Cañete matice sus insólitas declaraciones del sábado en las que descartaba riesgos para la pesca gracias a la rápida actuación del Gobierno. Ayer, ante las imágenes de las aves y las playas embadurnadas, dijo que lo que iba a ser rápido eran las ayudas al sector pesquero. Ni siquiera se puso rojo al anunciarlo.