XTxradicionalmente se ha considerado que hablar de caza era algo reservado a los cazadores o a sectores muy ligados al mundo cinegético. Sin embargo, la importancia de la actividad cinegética, su estrecha relación con el medio natural y social (conservación de la naturaleza, turismo, desarrollo rural, empleo, gastronomía...) ha traído como consecuencia que sean numerosos los colectivos autorizados a opinar sobre ella.

En Adenex hemos examinado desde siempre la actividad cinegética con respeto, rigor y con la necesaria actitud crítica hacia una actividad que se desarrolla enteramente en el medio natural. Una crítica que busca, antes que denostar todas las modalidades o prácticas cinegéticas al margen de la ley o la ética (que por desgracia no escasean), salvaguardar los aspectos positivos que la caza trae consigo: conservación de los hábitats en que viven las especies cinegéticas, creación de empleo, mantenimiento de una cultura rural de gran interés y, en definitiva, una de las formas más antiguas de relacionarse con el medio ambiente que nos rodea. Se trata, por tanto, de defender la caza como actividad respetuosa y con vocación de sostenibilidad en el espacio y en el tiempo.

En Extremadura existe un progresivo deterioro de la actividad cinegética hacia sistemas industriales basados fundamentalmente en criterios económicos, donde tiene poca cabida la conservación de la naturaleza. El regreso del uso del veneno en cotos de caza menor, las repoblaciones inadecuadas con especies cinegéticas, el vallado abusivo de fincas, la apertura de pistas, el control masivo de predadores por métodos no selectivos y prohibidos y la persecución de especies protegidas, entre otros, ponen en evidencia la difícil convivencia entre caza y naturaleza.

Cazadores y ecologistas estamos de acuerdo, al menos, en que la conservación de los ecosistemas es fundamental. Dado que la mayoría de los hábitats extremeños son seminaturales, con una alta intervención humana, ésta debe mantenerse de modo sostenible. Caza, agricultura, pesca y ganadería no sólo son compatibles sino que son necesarias para la buena salud del medio. Pero Extremadura se mueve en sentido equivocado. En lugar de conseguir que se primen los sistemas tradicionales, se continúa en una dinámica de sobrepastoreo, cambiar secanos por regadíos, ríos por embalses, caza por ganadería silvestre...

Básicamente, el ejercicio de la caza debiera apoyarse en dos cuestiones fundamentales: la viabilidad de la actividad, investigada y demostrada científicamente, y el respeto a las normas legales (europeas, españolas y extremeñas). Aunque esto parezca una obviedad, lamentablemente se trata sólo de una aspiración de los ecologistas.

Los métodos no selectivos e ilegales para el control de depredadores continúan empleándose en muchos cotos: disparos a rapaces, lazos para jabalíes, cepos, cajas trampa para carnívoros, venenos para zorros, etcétera, siguen siendo tristemente comunes. Pocas veces se respeta la acción selectiva de las jaulas-trampa para zorros, que debiera liberar a todo animal protegido que caiga en ellas. Las pruebas y los testimonios de la misma guardería de medio ambiente indican que prácticamente nunca se liberan a otros mamíferos carnívoros afectados (tejón, jineta, gato montés, garduña, lince).

El conejo, que constituye la piedra angular del ecosistema mediterráneo, sigue en su continuo declinar. Esta escasez de conejo es la causa principal, junto a la pérdida de hábitat, de los serios problemas que tienen nuestros linces y águilas imperiales. El resto de fauna cinegética sigue dos tendencias, una creciente por parte de la caza mayor, en especial del jabalí, y otra negativa de la caza menor, con graves problemas para la perdiz, la codorniz y sobre todo la tórtola común. Sin embargo, estos problemas se ven muchas veces ocultados por la proliferación de la caza industrial de criadero.

Con este panorama, la caza es cada vez más artificial, más basada en animales nacidos en incubadoras, criados en granjas, matados en su primer día de libertad, en superpoblaciones de una sola especie. El verdadero cazador debería exigir la recuperación de la autenticidad , aunque ello conllevara el abatir menos piezas y el tener que afinar más la puntería. Seguro que, en eso, los cazadores auténticos comparten nuestra opinión.

*Miembro de Adenex