Sin duda el mundo en que vivimos, desde el cambio social a la crisis económica o las TIC, nos aboca a una sensación continua de inestabilidad. Los estudios sobre el cerebro, agrupados en lo que se conoce como neurociencia, están derrumbando barreras y prejuicios, y nos enseñan cosas importantes de cara la educación o a cómo hacer la vida más saludable a nuestros hijos. A veces nos dan sorpresas. Durante años los tecnócratas han alabado el mercado y lo utilitario como valores máximos de la sociedad, y donde los otros placeres eran cosas superfluas, sin rentabilidad, tales como la literatura, el arte, el medio ambiente, el convivir incluso-

Pero he aquí que la neurociencia vuelve del revés el tópico cuando ha investigado una curiosa cuestión: a qué se dedica el cerebro cuando no hacemos nada. El fantasear, las horas en blanco, el dejar volar la imaginación-, todo eso, parecen ser al final manifestaciones del cerebro suplente . El neurocientífico Marcus Raichle , de la Universidad de Washington, ha demostrado que hay especie de "modo por omisión" desconocido, más menos como un juego solitario interno, que el cerebro enciende, en cuanto se entra en un estado de reposo o distracción. Hasta el punto de que la actividad de un cerebro desocupado fantasea sin cesar --sin darse cuenta el sujeto--, y se establece un intenso "trajín" entre todas las áreas del cerebro, que se interrumpe cuando se reanuda una actividad física.

XFANTASEAR NOx sería, pues, ni un lujo ni una banalidad, sino parte esencial del complejo engranaje de nuestro cerebro. Este cerebro suplente no consume menos energía en reposo que el cerebro titular , lo cual sólo puede querer decir una cosa: una segunda red neuronal sigue en marcha cuando estamos en reposo, dedicada a interpretar y predecir las demandas del entorno.

La verdad es que ya la literatura ya lo había descubierto de algún modo al convertir en el soñar despierto la base de su trabajo. De hecho, el cerebro es capaz de inventar recuerdos de hechos que nunca ocurrieron --es la base de las leyendas-- , y por eso el artista es siempre un mentiroso compulsivo , sólo que él no lo hace por sugestión o por engaño, sino siguiendo una facultad superior, lo que los poetas lakistas llamaron la "imaginación creadora".

El varapalo no es pequeño para muchos. Antes a los niños fantasiosos se les llevaba al psicólogo o se les menospreciaba, pero ahora sabemos que la fabulación es un indicador de talento y un equipaje cognitivo , y que los niños que fantasean desarrollan un entusiasmo por la lectura, la escritura y otras habilidades necesarias para su desarrollo social y cognitivo. Las personas de intelecto superior son muy propensas a soñar despiertos, y a jugar al descubrimiento mental de posibilidades insólitas e inauditas. Con que las historias, los juegos, las simulaciones, ya no son pérdidas de tiempo sino preparaciones, ni la gente ávida de sagas o historias de fantasía sean simples frikis . Tal vez esta gente desocupada o en paro muchas veces, con tales aficiones, estén incluso, si hemos de creer a Raichle, resituando su vida sin saberlo, buscando una alternativa.

Ahora ya sé qué decir a los futuros maestros cuando me pregunten para qué sirve la literatura: para convertir la energía oscura del cerebro en fabulaciones iluminadoras, en mundos que nos ayuden a resolver los problemas cercanos y que nos den esperanza. Máxime en un momento en que la cultura caduca nos trata de decir cómo gestionar toda esta información del cerebro sólo a través de preconcepciones y consignas, algo que no sirve para solucionar los retos actuales.

A raíz de estos nuevos estudios, alguien podrá seguir creyendo que la Fantasía es como esa escena ante la televisión en que dormitamos o miramos las musarañas, un ensimismamiento vano, pero en realidad es más bien el cerebro en stand-by, algo parecido a una dinamo neural , que teje y desteje los recuerdos y fabrica historias y ensoñaciones, como esas abejas de los versos de Machado .

Por tanto, ahora sabemos que lo más fantástico del ser humano es su cerebro, y que sólo con la educación --es decir, potenciando el cerebro y todas las capacidades del ser humano pilotadas desde él-- podrán de verdad cambiar las cosas. Así que cuando en mayo vean ustedes por la Universidad una caterva de escritores y dibujantes de sagas y otras ficciones fantásticas sepan que igual también están ayudando a solucionar otros temas más cotidianos. Por qué no. Tal vez sólo sepamos salir del atolladero en términos de educar en la creatividad, de impulsar la cultura emprendedora, de adentrarse en esos laboratorios de la imaginación. San Agustín utilizaba una expresión aún mejor: "los palacios de la memoria", ésos en los que debemos introducir a nuestros jóvenes para que aunando patrimonio, ciencia e innovación, tecnología y humanidades, informática y literatura --las nuevas síntesis del humanismo posmoderno-- podamos ganarnos un sitio en el futuro (otro tema de ciencia ficción). Como diría Bastián , ahora hay que ponerse a buscar el nuevo nombre de la Emperatriz Infantil, si no queremos que Fantasía y, de camino, todo, se hunda más todavía.