Hace unos días visitaba el singular monumento a Sibelius en Helsinki, famoso compositor finlandés autor del poema sinfónico dedicado a Finlandia. Como la mañana era soleada me puse a caminar y me dirigí a la plaza del Senado, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, presidida por la estatua de Alejandro II de Rusia (Finlandia formó parte del Gran Ducado perteneciente a Rusia) y al fondo la catedral luterana de Helsinki, también conocida como San Nicolás, majestuosa desde la escalinata que domina la plaza cuya cripta es utilizada como sala de exposiciones. A la derecha el Palacio del Gobierno y el edificio principal de la universidad. A continuación me detuve en la catedral ortodoxa que quedaba muy cercana.

De paso hacia el barco atracado en el puerto descubro el mercado Kauppatari al aire libre, junto al mar. Me dicen que es el mercado viejo. Había puestos repletos de salmón, pescados frescos y ahumados y, otros rebosantes de flores, de frutas y verduras y en el resto voy descubriendo otros con piezas de artesanía típica finlandesa, pieles y recuerdos.

Me detengo en un uno adornado con flores alrededor que muestra una gran variedad de frutas y en el centro un montón de cerezas engarzadas en una especie de racimo como joyas rojas. En un principio apenas me di cuenta, después me fijé con detenimiento y comprobé que vendían en pequeñas cajitas cerezas del Valle del Jerte. En unas cajas de cartón de embalaje donde habrían hecho el viaje figuraba la procedencia: Cooperativa de Navaconcejo.

Allí, nada más y nada menos que en la capital de Finlandia. Me llené de orgullo y le indiqué a otras personas que venían conmigo el descubrimiento realizado. En un momento compramos unas cajitas y sentados en un banco, al sol de aquella mañana fresca pero agradable degustamos ese manjar exquisito de nuestra tierra que nos trajo recuerdos de Extremadura a tantos kilómetros de distancia.

Antonio Medina Díaz **

Badajoz