Toda la información disponible induce a pensar que la ceremonia de toma de posesión de Hugo Chávez para un tercer mandato presidencial en Venezuela, el día 10 en Caracas, no será posible. El debate constitucional abierto sobre su ausencia en esa fecha ha sido cortado de raíz por Nicolás Maduro , vicepresidente y sucesor designado por el propio comandante antes de su última partida hacia Cuba. Constitución en mano, Maduro ha declarado que Chávez podrá iniciar su tercer mandato aunque esté demasiado enfermo para jurar el cargo en Caracas.

La situación en que la enfermedad de Chávez ha puesto a Venezuela es ciertamente insólita, pero la solución dada por el vicepresidente es cuando menos muy discutible. Del mismo modo, su retórica populista de unidad y lealtad al pueblo, los trabajadores y el Ejército resulta trasnochada y encubridora del horizonte que se perfila con mayor nitidez cada día que pasa, el del chavismo sin Chávez y la lucha por la sucesión del comandante.

La foto de unidad aparente tomada en La Habana con el propio vicepresidente junto a Diosdado Cabello , que ayer fue ratificado presidente de la nueva Asamblea Nacional y que como tal podría asumir el poder interino por ausencia temporal de Chávez según la Carta Magna, pretendía reforzar el mensaje de unidad en base a un acuerdo para la transición. Sin embargo, la supervivencia de un régimen tan personalista como el de un militar que fue golpista --y que desde su llegada al poder en 1998 ha ganado 13 de las 14 elecciones nacionales a las que se ha presentado--, pero sin la propia figura que lo ha hecho posible, se presenta complicada. Y en cualquier caso, con un déficit democrático mayor del ya existente.

La transición que ya se abre tiene por delante un legado de crisis económica que las mejoras para los sectores más débiles de la población no consiguen esconder. Chávez ha gobernado basándose en el asistencialismo mediante los réditos de una mal gestionada industria del petróleo, pero todos los indicadores económicos son negativos. Frente a esta omnipresencia del chavismo, la oposición tiene poco que hacer. Siempre minoritaria y débil, despertó grandes expectativas en las presidenciales de octubre, pero en las regionales de diciembre volvió al ángulo oscuro. El único poder auténtico es el Ejército, y no va a renunciar a su papel de tutela de la transición.