Cánovas abajo, el paseo cacereño parece más oscuro sin las luces navideñas, convertidas ya en un decorado que pronto se guardará en un almacén hasta las próximas fiestas. Son los ciclos del año, el tiempo en definitiva, que ahora dan paso a los días de lluvia hasta que el Carnaval nos invite a ponernos la careta y comer coquillos con la estupenda fiesta del Febrero, una tradición de la que Cáceres tiene que sentirse orgullosa por su singularidad. Como en el argumento de una película, vamos cumpliendo capítulos, afrontando retos como protagonistas de nuestra vida y sobrellevando el frío y la lluvia mientras miramos al cielo. No se preocupen. Llegará la primavera, explotará la luz y habrá merecido la pena vencer al invierno aunque ahora parezca interminable.

Y así, mientras tanto, seguiremos aprendiendo a vivir, pisando aceras mojadas y soñando con playas de arena y montañas de color verde. De vuelta a casa la otra noche volví a imaginar los árboles encendidos de Primo de Rivera, ese bosque de luz que adornaba la avenida, y la multitud que algunos días inundaba el centro con las últimas compras y la penúltima fiesta que disfrutamos con los amigos yéndonos tarde a dormir.

Esa es la postal que guardo del tiempo que dejamos atrás. Los niños han vuelto también al colegio, madrugan para seguir haciéndose mayores y por las mañanas ya se respira que el día tiene por delante tareas por cumplir. La vida cotidiana, ni más ni menos. Confíen en que pronto volveremos a ver más luz y que los abrigos no son para siempre. Tengan paciencia porque la primavera nos espera.