EL CIMOV

Las generaciones anteriores tampoco olvidan el sitio: ahí anda Eudald Carbonell , el sabio de las excavaciones, buscando nuestra ficha genealógica, midiendo la tibia y el peroné a cuanto antepasado anda atrapado entre su tierra roja, para saber quién era de verdad nuestro abuelo, aclararnos la historia a los nietos y poner en limpio la ficha de afiliación.

O sea que por Santa Ana pasa el extremeño de siempre y el cacereño de toda la vida: por eso nada de cuanto en ese castro ocurra, nos es ajeno.

Ahora ocurre que va a aumentar su cuerpo de operaciones y el número de efectivos militares y que eso, en principio, va a ser bueno para una ciudad que no puede vivir, a pesar de su tendencia, de la paleontología ni de la piedra de la ciudad monumental y los recuerdos y que ha de buscar, con más ahínco que a abuelo genético, los pilares donde asentar su futuro. La venida de una unidad de este tipo, cuyos beneficios para la ciudad han sido calculados con cierto alboroto y apresuramiento, debiera suponer el comienzo de una levantada de la postración en que se había caído. La colaboración de todos los políticos y el porte en la gestión son merecedores, más allá de la riña política al uso, de la loa y aplauso y razón para que sigan en ese camino, el único que de verdad aporta beneficio a los ciudadanos.

Sería de tontos pararnos en Santa Ana. El renacimiento de la ciudad ha de venir de las comunicaciones, de la urgencia de la apertura de la Autovía de la Plata, del Ave, de la traída de otras fábricas prometidas y de una revolución cultural que murió en manos de la ineptitud.

Esta del Cimov es una batalla bien peleada por la que debemos felicitarnos, pero hay que ganar la guerra para las generaciones futuras.

*Licenciado en Filología