Me gusta, cuando explico el S XX, poner a los chicos el tango de Enrique Santos Discépolo que popularizó Serrat. Ese que lo describe como «un despliegue de maldad insolente.» A ellos les motiva y a mí me emociona. Pasó el siglo del nazismo y comunismo, la Revolución Cultural y las Guerras Mundiales, la bomba atómica y la llegada a la luna, la Guerra del Vietnam y la nuestra que no cesa. Y ante tanta hecatombe, sangre y odio, pese al progreso, el cine de Hollywood y la vida bella, es difícil coincidir con Manrique en que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Transitamos ahora por una época marcada por la revolución informática, la inmediatez de la información, la exposición en internet, la globalización, el cambio climático, las migraciones y la persistencia de que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre y sobre todo para la mujer. Siempre lo ha sido, pero en el segundo caso, ahora se sabe y en ciertas partes del mundo, menos de las que debiera, se combate.

Corremos el riesgo de insensibilizarnos ante la presencia constante del abuso y la violencia, y la repetición continua de desigualdades e injusticias que nos llegan al salón a través de la pantallita, lo que trivializa la realidad, como si se tratara de ficción. Y es nuestra obligación luchar contra ese acostumbramiento a lo malo y repetirnos continuamente que, pese a los retrocesos, el mundo se rige hoy por unos valores superiores a los que predominaban en otras épocas.

Porque aunque vivimos tiempos de nacionalismos y populismos, los hemos visto peores. Pese a esa inflación mundial de líderes cobardes como bueyes. Ese cobarde que se esconde detrás de su reina para su discurso partidista, manipulando la institución a la que juró servir. O ese otro cobarde que levanta muros lejanos e insulta muy macho él tras su twitter. Y aquí más cerca ese otro cobardica con la altura política de un piojo que manda a a las masas ingenuas a enfrentarse a las fuerzas del orden y desde su despacho miente y lloriquea, mientras enmascara su discurso repitiendo ¡democracia! como lo haría un chorlito.

*Profesora.