A los ocho y media de la mañana salimos, mi padre y yo en dirección a unos olivares cercanos que esperan ser cortados. Nada más salir de casa, mientras callejeamos con el coche para coger el camino que ha de llevarnos hasta nuestras tareas campestres, me las prometo felices: en esta semana próxima me esperan actividades antagónicas a las que normalmente realizo en Madrid: trabajo en el campo, silencio, armonía, en fin, un tempo rural, pausado y saludable. ¡Ay, Orellana! ¡Pueblo mío!

"Pero... Un momento... ¿Qué es esto? ", le comento a mi padre cuando media docena de coches, saliendo al unísono de diferentes bocacalles, bloquean la calle Espronceda, cerrándonos el paso por detrás y por delante, imposibilitándonos tanto el avance como el retroceso. Mi padre se limita a maldecir por lo bajo, sin duda por el momentáneo embotellamiento del que somos involuntarias víctimas. "Mala hora para salir de casa- Me he decuidao- Somos unos pardillos" , masculla.

Avanzando poco a poco, logramos salir a la calle Real, donde el número de coches ha crecido exponencialmente hasta un número inverosímil. "Es por los niños", comenta mi padre con resignación. "¿Cómo-?", pregunto entre el estupor y el atolondramiento. "Claro, por los niños", refrenda escuetamente mi progenitor- Pronto comprendo por qué entre setenta u ochenta coches taponan la calle Real. La policía municipal corta la vía, colocando vallas de seguridad de quita y pon; los automóviles embalsaman el aire con dióxido de carbono (símbolo de adelanto); el canto mañanero de las aves deja paso a los runrunes de los acelerones, de los cláxones y de las marchas cortas- "Claro", repite mi padre, "por los dichosos niños. Ya no van a la escuela: los llevan. ¿Quién? Sus mamás o sus papás- La policía municipal tiene que dirigir el tráfico a la entrada y a la salida de las clases. Si un niño va andando a la escuela, ¡caso raro!, es un marginado y pronto es mirado por encima del hombro- Sus papás no pueden hacer otra cosa que llevarles al cole y traerles luego de vuelta a casa- ¿Me entiendes? Por el qué dirán- Démonos prisa en cortar los olivos que nos quedan. Hay que volver pronto, antes del mediodía, que es la hora de la finalización de las clases y del segundo tapón automovilístico del día" . "Adiós, tranquilidad" , comento para mis adentros. Definitivamente, la más alta civilización ha llegado a Orellana.

Angel Ramón Pastor **

Orellana la Vieja