El día después no habían ganado todos. El azul y el morado se llevaron un escarmiento atroz, aunque por esos caprichos del encarnizamiento selectivo se pida la dimisión del que se estrenaba y en cambio se silencie el fracaso del que mendiga ministerios. El rojo saborea una victoria dulce. Sánchez ya no es el okupa, pues ha ganado por palizón demostrando la eficacia de su estrategia de confrontar lo mínimo y hasta contra su voluntad, eludir los medios incómodos y no responder las preguntas trascendentes pero comprometidas. Ha aprovechado sin rubor las ventajas de presentarse a las elecciones desde el gobierno, con la propaganda semanal de los viernes sociales y los sermones de la portavoz, y parece claro que lo que le ha dado la victoria ha sido el miedo a la derecha feroz tanto como la desafección de la derechita cobarde, con la que me identifico, a su propia transformación.

Es muy fácil ahora burlarse de la derrota popular, alardear de que ya se había advertido la debacle por la fragmentación de la derecha, o clamar por un imposible como es que el centro derecha, tal cual unidad indestructible, se presente en próximas citas unida. Probablemente hay muchas más discrepancias entre Rivera y Abascal que entre este e Iglesias, aunque los protagonistas ni lo sepan ni lo admitan. Aparte de que la ultra derecha no es centro.

Una, que no es nada izquierdosa, se alegra empero de que la izquierda sensata que anduvo no hace mucho al borde de ingresar en la UCI, haya superado la crisis que la ponía a merced de los que repetidamente han confesado y mostrado su odio a España. Y reconoce la prudencia o el interés de Sánchez al no desvelar sus preferencias tanto como lamenta la imprudencia y verborrea naranja y su cordón sanitario o la contundencia de Arrimadas contra el presidente que ha hecho preguntarse a Puig si es que considera abertzales a los socialistas.

Quedan muchas decisiones por tomar. Esperemos que sean acertadas. Y que los partidos, como en el chiste, no se queden tan contentos con sus colores y a nosotros, en cambio, nos dejen el marrón.