XUxno duda si escribir o no pensando si tal vez no estará sirviendo a la causa cuyo fin, cualquiera que sea, se rehúsa y repele. Pero cómo permanecer indiferente ante una agresión que es casi peor que la del puño y el palo. Cómo permanecer ausente ante esa camándula que establece una retorcida e interesada relación de causa y efecto. Cómo no denunciar que alguien pueda sentirse satisfecho de tamaña violación de la intimidad en orden a conseguir unos objetivos. Cómo no resolverse cuando la Sacra Corona Unita o la Drangueta parecen haberse instalado en Extremadura tratando de dirigir y coaccionar a la actuación pública. Cómo no señalar y tratar de avergonzar a los nuevos fariseos. No es posible la indiferencia ni la tibiedad si en algo nos interesa el bien común.

Siguiendo la filosofía senequista, el hombre soporta mejor aquellas frustraciones que comprende y para las que se ha preparado. Pero, qué sucede cuando no podemos comprender los acontecimientos que nos arrollan frente a los cuales no existe posibilidad de alerta. En estos casos siempre queda el consuelo de la humanidad expresada en un sentimiento de bondad, de adhesión y sobre todo de solidaridad.

Hemos presenciado como un hecho delictivo muy grave frente al que se debería haber procedido con prudencia y respeto, conduciendo a que las afectadas se vieran y sobre todo se sintieran arropadas por todos, lo que ha hecho es provocar debate, crecida polémica y por tanto mayor agresión. Y es aquí donde puede apreciarse con facilidad que ciertos comportamientos no se han alineado con las notas de humanidad que en principio podrían haberse esperado.

Ahora que estamos en una sociedad que se dice solidaria y cercana con los más débiles, con los que más sufren, frente a dos mujeres vejadas, violadas en su mayor intimidad, sólo hay escarnio y cierta mofa. Y si bien el pueblo puede a veces ser cruel como un niño ignorante que no valora la trascendencia de sus actos, sus representantes, conocedores del efecto mediático de sus palabras, se comportan de manera poco apreciable, volviéndose incluso en contra de sus propios actos y de una ideología que se autodefine como liberal, progresista, tolerante, solidaria..., procediendo de forma cicatera y rancia al utilizar como instrumento de retorsión unos hechos que a todos nos debería poner sin fisuras ni condiciones del lado de las víctimas.

Pero es que esa falta de humanidad que hasta ahora sólo se ha conocido desde una perspectiva espiritualista, se ve reforzada por que tampoco existe humanidad desde el punto de vista físico, ya que hay quienes también se sorprenden, como preadolescentes tontas, que alguien pueda tener relaciones con quien quiera y cuando quiera, y encima hasta tácitamente lo criminalizan. Claro, es comprensible, estos especímenes nunca han sentido necesidad de ir al cuarto de baño, no sudan, no mantienen relaciones sexuales y nunca van a sentir el oprobio que supone que estos actos se publiquen y se alteren mediante sofisticados montajes, porque, entre otras razones, si no hay acto no puede haber testimonio de ningún tipo. Son, por decirlo de alguna manera, una nueva categoría de ángeles.

Efectivamente podemos considerarlos como ángeles, pero angelitos malos, realmente dañinos, con una costra oscura de su corazón como negras son la mayoría de las vestiduras de esas jefas de departamento ministerial, magnífico ejemplo de cómo proceder también en contra de sus propios actos y esa ideología ya conocida como progresista y liberal, plasmando su negación en retratos elitistas. Parecer ser que determinados colectivos han hecho de su presunta ideología orientada a la siniestra una patente de corso que sirve tanto para aparecer al lado de una mujer maltratada o de un hombre al que no se le respeta su opción sexual, como para mostrarse sin sonrojo dando lecciones de moral o desamparando y abundando en el escarnio de unas mujeres. Qué sorprendente resulta que para ellos y aquellas el patrón métrico tenga cien, ochenta o ciento diez centímetros en función de la concreta coyuntura que les toque afrontar y medir; aunque claro, así es el posterior resultado de su construcciones.

En definitiva, prudencia, respeto y humanidad, porque todos somos hombres, mujeres y, en algunos casos, compañeros. Por ello, en estos momentos de quebranto personal e institucional, me adhiero a ellas sin condiciones y a quienes se trata de debilitar con técnicas ya calificadas como mafiosas. No podría ser de otra manera, porque nos une la humanidad y la nota de ser personas de bien.

*Concejal del PP en el Ayuntamientode Badajoz y abogado