Mateo Castillo

Jubilado

PANDEMIA SANITARIA

Tengo casi 90 años. Hace cuatro meses y medio que estoy confinado. Me dejaron salir de la residencia durante una hora hace un mes, pero solo pude hacerlo unos pocos días. Luego, de nuevo, lo prohibieron. Para protegernos. Pero tengo suerte. Estoy bien cuidado, físicamente solo tengo fastidiada la columna, que hace que me duela a ratos. De la cabeza, sin embargo, estoy bastante bien. A principios de marzo, realicé unas pruebas para un estudio de la fisio del centro. Me predijeron una esperanza de vida de unos 4,5 años, uno de los mejores resultados. Si se cumple, más del 8% de lo que me queda de vida la he pasado aquí, en la residencia. Confinado. Esta semana hemos repetido las pruebas. Parece que no poder continuar con los paseos matutinos o las salidas con algún familiar ha provocado que los datos estén peor. El mío ha disminuido casi un 50%. Vaya, resulta que yo también he perdido un 20% de mi vida futura confinado. El problema es que a todos y todas nos ha pasado lo mismo. ¡Ay, el confinamiento! Por nuestra protección. A aquellos, jóvenes o no, que quieren «vivir», «disfrutar» y se reúnen sin medidas preventivas de ningún tipo, su actitud tiene consecuencias en nosotros. Lástima que no lo llegarán a saber. A los que deciden que nosotros nos confinemos, quizá hacerlo con los de 20 años que no tienen conciencia cívica podría ser otra solución. 20 años, como el hijo de Isa, que dio positivo. Parece que por un botellón. Isa es la que suele ayudarme por la mañana a levantarme. Pero le han prohibido venir a trabajar desde ayer, cuando supo lo de su hijo.