Señor presidente del Gobierno, señores ministros, parece ser que en el próximo mes de marzo van a venir sus señorías a celebrar su consejo semanal en Mérida, digo, lo de parece ser, porque los extremeños estamos acostumbrados a que se nos prometan cosas que luego no se cumplen.

Por si, al fin, eso sucede, les invito a que se olviden de falcons, coches oficiales y toda la parafernalia obligada que ello conlleva. ¡Vengan en tren por favor! Pero cójanlo el jueves, la víspera de la reunión, para evitar en lo posible cualquier tipo de averías de las que están sufriendo los pasajeros que en esos trenes se desplazan por Extremadura y parte de Castilla-la Mancha.

La lentitud, incomodidad y averías que puedan sufrir les permitirá repasar durante el trayecto los borradores de los asuntos que tengan que tratar, incluyendo los del tren de Extremadura. ¡Pero eso sí! Podrán contemplar hermosas dehesas que mantienen el ecosistema más completo de España. Pasarán por las tierras que más tabaco produce de toda la península. ¡Pero fíjense! No existe ni una sola fábrica donde se pueda elaborar esa producción. Podrán ver corretear por nuestras dehesas nuestros afamados cerdos ibéricos, pero sabrán que muchos de esos jamones se venden con denominación de otras provincias. Pasarán por las productivas vegas de Badajoz, donde sus agricultores tienen problemas para vender sus productos, por la entrada de otros de inferior calidad, autorizados por su Gobierno en una competencia desleal. Verán grandes extensiones de viñedos que están produciendo caldos de muy buena calidad y cavas muy excelentes y cada día más demandados, que ellos quisieran producir en mayor cantidad pero que ustedes como gobierno no les autorizan para no limitar la producción catalana.

No se entretengan mucho en la reunión y hagan algo de turismo. Visiten Mérida, Badajoz, Trujillo, Plasencia y Cáceres, sobre todo, que ya fue visitada por los neandertales hace más de 500.000 años en nuestra cueva de Maltravieso. Quizás de ellos hemos aprendido a ser tan pasivos, comprensivos y considerados, tanto, que no les causaremos problemas en su visita. ¿Hasta cuándo aguantaremos esa pasividad? De ustedes depende. Trátennos como al resto de España y no permitan que nuestros jóvenes inicien otra diáspora, como la que sufrimos sus abuelos a mediados del siglo pasado, poblando los polígonos industriales de Cataluña y las vascongadas y, con su sudor, lágrimas, y ahorros de todos los españoles los hicieron florecer.

Sean bienvenidos… y, bien despedidos según sean sus decisiones.