Periodista

Cambios y mayor precisión necesita la Constitución española en lo referente a los mecanismos imprescindibles para que el Estado participe, directa o indirectamente, en una guerra. No cabe, como ocurriera con la guerra del Golfo o con la de Serbia, o como ocurre con la actual agresión a Irak, que sea el presidente del Gobierno quien decida algo tan complejo, y menos ahora contra la opinión de una gran mayoría de los ciudadanos.

Si Clemenceau acuñó eso de que la guerra es algo demasiado serio para dejarla en manos de los militares, hoy nos hallamos ante la evidencia de que la guerra es algo demasiado serio para dejarla en manos de un político.

En el siglo XXI ya es hora de que el pueblo sea algo más que carne de cañón.