TEtl padre Arthur , de Lille, pide a Dios en sus oraciones que tenga la amabilidad de propinarle a Sarkozy un infarto de miocardio. Semejante burrada persigue, como tantas burradas, un fin noble, que cesen las expulsiones de gitanos rumanos del territorio francés, pero lo que hace este cura es, simplemente, contribuir otro poco a abismar el asunto en la simas de la irracionalidad.

Todo lo que de comprensible y racional puede tener la acción legal de cualquier Estado para desembarazarse, mediante la expulsión, de los delincuentes extranjeros, se pierde al teñirse con el pringue racista, que es lo que hace el presidente de Francia al focalizar su enemiga en los gitanos. Mi amigo Juan de Dios Ramírez Heredia , el gitano ilustrado (como tantos) que tanto ha hecho desde las instituciones españolas y europeas por la dignidad de los gitanos, y de los payos, y que es mucho más racional que el padre Arthur, va a denunciar a Sarkozy al Tribunal de Justicia de la Unión Europea por violar la esencia de su Constitución, que no es otra que el respeto a los Derechos Humanos, incluidos, cómo no, los de las minorías.

Ramírez Heredia no le pide a Dios una mala alferecía para el francés, sino que le recuerda y nos recuerda que los problemas que suscitan los gitanos rumanos, que no son pocos, provienen de su marginalidad, de su analfabetismo, de su exclusión social, de su miseria, y no, lógicamente, del hecho de ser gitanos. A quien habría que expulsar, pues, es a cuantos hacen dejación de sus deberes y de sus responsabilidades políticas manteniendo a esa minoría en el infierno, criminalizándola hasta la náusea.

Para que el Dios del padre Arthur le hiciera caso, Nicolás Sarkozy debería tener corazón, pues sólo en ese caso el Altísimo podría darle un toquecito en él. A la vista de lo visto no parece, sin embargo, que al racista presidente francés le vaya a parar el temor a un arrrechucho coronario.