Este país se despacha cada día con actuaciones judiciales y policiales en torno a la corrupción, una corrupción unida al poder político y económico, con la colaboración imprescindible e ineludible de una serie de personajes, que podríamos denominar conseguidores. Capaces de enriquecerse en cuestión de días, a costa de manipular y trajinar suculentas comisiones, aprovechándose de la escasa honorabilidad de algunos responsables políticos.

Lamentable y vergonzoso para gran parte de la sociedad española, que lucha en medio de esta crisis, a pesar de las cifras económicas que se publicitan en base a ese enriquecimiento injusto, a costa del dinero público. Una tiene la impresión que estas personas y sus cómplices, que ocupan responsabilidades políticas, tienen nulo respeto por la cosa pública, por la gestión honesta y honrada de unos presupuestos destinados a mantener, entre otras cuestiones, el Estado Social de Derecho.

Estos escándalos, que subyacen a lo largo y ancho de este país, tienen como protagonistas a determinados políticos, con nulo respeto a lo público, y que convierten su responsabilidad en el caldo de cultivo para estos conseguidores, que no se satisfacen con una mera cantidad de dinero, sino con un enriquecimiento rápido y cuantioso. Es la indecencia de lo público, y con ser esto lamentable, todo se multiplica por la capacidad que algunos tienen de buscar la cobertura de los medios de comunicación para agazaparse como meros intermediarios, algo así como víctimas de las circunstancias. Y creo que esto hace que la sociedad se revuelva más, y se sienta engañada, no sólo por este tipo de procederes, sino por la sensación de no poder librarse de estos personajes, que, ante todo son los instigadores de una praxis que lo que persigue es hacerse rico, a costa de la mala gestión y la escasa honradez de los que gestionan ese dinero público.

XIMITANDOx a una serie novelada se presentan con estrategias muy calculadas que pretenden enfangar el estado de esta sociedad, bajo el auspicio de que aquí todos lo hacen, y todo vale. Y no, en este país, hay gente, mucha gente que trabaja, que se esfuerza, que saca sus negocios hacia adelante a pesar de todo, que se hipotecan, que arriesgan mucho para seguir apostando por mantener vivo sus negocios y sus trabajos. Y al otro lado de la barrera, algunos cargos institucionales se dedican a hacer declaraciones, a salpicar de chascarrillos un tema que es, por encima de todo, un comportamiento delictivo que requiere de todos ponerse a disposición de las autoridades policiales y judiciales.

Si soportar a estos inhonestos es duro, más duro resulta escuchar improperios de los dirigentes, sin que esto suponga un hacer, un cambiar la realidad para evitar estos comportamientos ilegales, tratando de mirar al de enfrente, esto es, a su adversario político, bajo el estigma y tu más.

Esta sociedad ya no puede soportar tanta insolencia, descaro, inutilidad y escasa capacidad de respuesta a estos cada vez más personajillos, cuyo afán de enriquecimiento ha provocado el descreimiento de instituciones y clase política y dirigente. Son los denominados daños colaterales, que tan perjudicial pueden resultar para el fortalecimiento de nuestra democracia. Convirtiendo un mal, en una especie de pandemia que se extiende a lo largo y ancho de este país, o, al menos, esa es la sensación que se traslada y se tiene entre la opinión pública. Es la manzana podrida del cesto que ha infectado a todo el cesto, y que encima pretenden presentarse como víctimas propiciatorias.

Francamente el que mete la mano en lo público no merece el respeto de todos aquellos ciudadanos honrados. En un sistema judicial tienen la oportunidad de defensa, y así deben ejercerla. Pero no puede esta sociedad convertirse en testigo mudo de cómo trasiegan con amenazas y documentos, como si al final, su maniqueísmo sea cosa de otros y no de él mismo. Esto es, faltaría más que además de haber provocado la destrucción de parte de la confianza de los ciudadanos en lo público, encima tengamos que soportarlos y darles cobertura de ningún tipo, cuando lo que se describe de ellos son comportamientos delictivos, deshonestos, y muy dañinos para la confianza de este país. Así pues, si hay que darles un titular, este nunca debe ser el de la complacencia y la tolerancia. Merecen toda la reprobación, sí y sí.