Hasta en las cavernas hubo balbuceos de cortesías, que luego evolucionaron en hábitats estructurados, caminando por sendas de entendimiento y desarrollo de intereses comunes. Pero surgieron las guerras, que impulsaron acuerdos, paces y protocolos, suavizando roces y articulando normas sociales, mientras se creaban instituciones supranacionales de control, a fin de solucionar futuros conflictos. A la vez surgieron normas de urbanidad que velaban por las relaciones amistosas en apacible convivencia, frenando el primer impulso tras cualquier roce. Lo dijo Noel Clarasó : "Una de las leyes de la cortesía es la resistencia al primer impulso". Una actitud que no se puede improvisar, sino que enraíza en la familia y en la educación reglada.

Chesterton dijo que ser cortés es el que oye disquisiciones de cosas conocidas, de quien las ignora totalmente, y descortés, el que rompe las relaciones antes de iniciarlas. Se trata de saber estar: en la calle, en el campo de fútbol, ante el volante y en el bar, sin caer en la zafiedad de algunos que, por fútiles razones, responden con actuaciones de mal gusto.¿Por qué cuesta tanto respetar al vecino, aminorar reproches, valorar cualidades ajenas o convivir con la ideología del otro?

Crecimos en ciencia y cultura, pero poco en convivir, utilizando el lenguaje grosero, la mentira por sistema, la actitud sin decoro en la discusión, o siendo sectarios en la tertulia de turno. Leamos la prensa, oigamos la radio, veamos la tele, y crecerán como setas soeces expresiones, que ruborizan a cualquiera. Por eso deberá crecer más la armónica tolerancia, que ha de respetarse hasta por esos altos dignatarios que se amurallan en sus feudos. Se vocifera demasiado y hay tumultos que manchan la dignidad de personas cumplidoras de sus deberes profesionales, pretextando la libertad de expresión, tras saltarse a la torera los cauces legales.Y escasea el ejemplo, pues, según Goethe , éste hace fácil lo difícil y corrige mejor que la reprimenda; de ahí que los ciudadanos deberán cumplir esos exigidos modos urbanos sin dañar a terceras personas.

No se trata de cortesías de pelucas empolvadas, sino simples y efectivas, que propicien relaciones ciudadanas apacibles. Porque el país anda descolocado, al rebufo de noticias y sofocones diarios que dañan la sociedad, como el actual corrimiento de tierras que la pone de rodillas ante una imprevisible nube negra...