WAwdolfo Scilingo ha sido condenado por la Audiencia Nacional española a 640 años de prisión por crímenes contra la humanidad --delito tipificado en el Código Penal-- al considerarse probada su implicación en 30 de las numerosas muertes que perpetró la dictadura argentina (1976-1983). Con esta sentencia, al exmilitar torturador le caben todos los honores en la historia de la infamia. Es el primer represor juzgado y condenado por un tribunal extranjero. Y es también el reo de una causa que marca un hito en la lucha de la justicia contra la impunidad derivada de los crímenes de Estado, de un fallo judicial que abre otra era en la defensa, universal y democrática, de los derechos humanos. Scilingo no es más que uno de los peones de aquellas juntas militares que exterminaron a miles de demócratas y que creyeron haber garantizado su impunidad al arrancar a la democracia tutelada que sucedió a la dictadura la aprobación de unas leyes de punto final y obediencia debida. Hoy, la consolidada democracia argentina aún debe declarar la inconstitucionalidad de esas normas de excepción. Y también tiene el deber moral y político de llevar a la justicia a todos los Scilingo que campan libres en Argentina.