Veía hace poco una fotografía en las redes sociales de un mural en inglés en el que se decía algo así como que el periodismo es «gente rica diciéndole a la gente de clase media que culpen a los pobres». Bueno, salvo las ‘estrellas’, pocos periodistas conozco que escapen de la precariedad general en los empleos de este país para ser considerados dentro de la clase alta.

Pero el caso de Diana Quer y otros tristes sucesos han hecho que en redes se subrayen las mayores vergüenzas de esta profesión. Y no sin razón, pero a veces da la sensación de que los periodistas son el objetivo fácil cuando la realidad es que los medios son en buena parte reflejo y altavoz de la sociedad en la que vivimos. Unos medios bajo presión constante, voluntaria o involuntaria, de los poderes políticos y económicos. Bajo la lupa de lectores, colegas y la propia. Difícil es encontrar un oficio que esté tan expuesto al análisis constante, personal y ajeno.

Decía una profesora de la facultad, en relación a nuestra labor pedagógica, que los periodistas tenemos que encontrar el equilibrio entre las historias ‘de interés’ y ‘las que interesan’. Es curioso sentir tanto clamor por un periodismo de calidad y tan poca voluntad de pagar por ello. Tanta queja por la publicación de artículos chorras que se llevan todas las visitas y grandes reportajes de interés que quedan desiertos. Tan poco interés por lo que pasa más allá de nuestro cortijo que figuras como las del corresponsal de guerra han desaparecido para dar paso a valientes freelance que arriesgan hasta sus vidas (y que no les ocurra nada, porque luego vendrán los críticos a culparles de meterse en semejantes embrollos).

Que el periodismo necesita de una crítica constante es cierto, pero como la propia sociedad. Porque en un mundo en el que la división de poderes se diluye, la prensa sólo puede sobrevivir y prestar servicio con el apoyo de un público tan crítico como constructivo.

Hay demasiado morbo y bajezas en muchos productos periodísticos -esos que, por cierto, se llevan las grandes audiencias- sí. Hay otros proyectos periodísticos interesantes, muchos sacados adelante por colegas luchadores y que dan voz y nuevas perspectivas que merecen la pena, también. Apostemos por ellos. El periodismo necesita de la ciudadanía hoy más que nunca para seguir vivo.