TGtobierne quien gobierne en La Habana, para la mayor parte de los españoles, Cuba es una parte entrañable de nuestro paisaje sentimental. Franco mantuvo las relaciones diplomáticas con Cuba pese a la toma del poder por los barbudos y pese a la memorable enganchada en la televisión entre el embajador Lojendio y un Fidel Castro tonante recién proclamado amo de la isla. Tampoco Fidel rompió con Madrid. Mientras las dictaduras se combatían, los cubanos y los españoles se reconocían. Fraga lo tuvo siempre claro: cuando era ministro de Franco y también después, cuando fue presidente de Galicia.

Castró recibió a Suárez mucho mejor que Giscard d´Estaing y el de Avila nunca olvidó la extraordinaria acogida que tuvo en La Habana. Las relaciones diplomáticas fueron como una seda, pese a que Castro, para desgracia de los disidentes, cada vez perfeccionaba más su dictadura. Felipe tuvo sus más y sus menos con Fidel (Castro insultó al inolvidable Paco Fernández Ordóñez, el ministro de Exteriores que le recordó los Derechos Humanos), pero la cosa no pasó a mayores. Aznar -más cerca de Miami y de Mas Canosa que de su abuelo, el embajador Aznar Zubigaray-, cambió el ´chip´. Con Aznar, Cuba pasó a ser "el problema que tienen los americanos al sur de Florida". Mismo enfoque que el Departamento de Estado.

Es verdad que Castro es un dictador y que su hermano Raúl intenta perpetuar el régimen. Pero también lo es que a los cubanos se les ayuda más pasando por la isla que reforzando el bloqueo. El régimen no va a sobrevivir a los Castro. Ese día deberán ser los cubanos que viven en Cuba quienes decidan el futuro de la isla. No me cabe la menor duda de que optarán por la democracia. Ya sabemos que en Cuba hay presos políticos -y que esa situación es intolerable-, pero no hace falta que venga la señora Condolezza Rice a darnos lecciones sobre Cuba. Cuando menos mientras Washington mantenga también en Guantánamo presos políticos sin acusación, sin proceso y sin sentencia.