Los expertos siempre tratan de reducir las expectativas que despiertan las cumbres europeas con el propósito de evitar que sus resultados decepcionen. Poner de acuerdo a 27 países es muy difícil, lo que ya de por sí explica que los pasos que se dan en el Consejo Europeo sean siempre de tortuga frente a las urgentes necesidades de la Unión, especialmente en una época tan crítica como la que vivimos.

Eso justamente es lo que pasó ayer con el fondo de la Unión Europea para la lucha contra el paro juvenil, que dispondrá de 6.000 millones de euros en sus dos primeros años y que luego quizá podrá llegar a 8.000. Se trata de unos recursos con los que apoyar las políticas de empleo en países con una tasa de paro juvenil superior al 25% de la población activa. Eso es tanto como decir economías con un paro del 13%, dado que en todos los casos el porcentaje de los menores de 25 años dobla la media.

La cantidad es ridícula, efectivamente. Solo hay que compararla con los 30.000 millones que cuesta el subsidio de desempleo cada año en España. Pero es la primera vez que los 27 se ocupan del paro juvenil. Si tenemos que cuenta la filosofía que transpiran las recomendaciones de Bruselas a España para luchar contra nuestra elevada tasa de paro, de las que se desprende la culpabilización del país, quizá se pueda llegar a la conclusión de que el paso de ayer no es exactamente de tortuga.

Mariano Rajoy no tuvo oportunidad de plantear que esos recursos dejen de computar como déficit, pero sí es verdad que la resolución está en la línea de aplicar medidas concretas y huir de las declaraciones hueras, tan habituales en Bruselas. En ese sentido, y con todo el voluntarismo del mundo, se podría decir que los hechos han coincidido con la iniciativa conjunta del PP, PSOE, CiU y PNV. Otro paso adelante ha sido el acuerdo para los rescates bancarios, que no lo prevén todo ni tienen dotación suficiente para hacer frente a una coyuntura más adversa que la actual, pero que al menos establece un protocolo que evitará el guirigay de Chipre.

Sin embargo, las propuestas que implicaban desembolsos importantes han quedado paralizadas, a la espera de la cumbre de otoño. Es el caso del proyecto de dotar al Banco Europeo de Inversiones de 100.000 millones para hacer llegar dinero a las pymes, asfixiadas por las restricciones crediticias.