TEts probable que algunos trabajadores en paro necesiten uno o varios cursillos de formación , pero lo que casi todos necesitan, e imperiosamente por cierto, es un trabajo. El ministro del ramo, que no está en condiciones de proporcionárselo, se agarra a los cursillos, pero ni siquiera como un modo de matar el tiempo aprendiendo cosas que pudieran en su día ser de alguna utilidad laboral, sino como criba o añagaza para retirar en un mes el subsidio de paro a los renuentes a hacerlos. Hasta ahora, el Gobierno había ideado mil argucias para sacar dinero a los que trabajaban, a los que se movían, pero ahora que esos ya están exhaustos, ha ideado una para sacárselo también a los parados mediante el procedimiento de retirar a un buen número de ellos el subsidio de supervivencia.

Por lo demás, gran parte de los cinco millones de desempleados actuales lo son no tanto por un defecto de formación como por un exceso de ella, pues muchas empresas, por llamarlas de algún modo, han aprovechado la crisis para deshacerse de los mayores, más caros, sustituyéndolos por aprendices y becarios inexperientes, mucho más baratos. Maldita la falta que le hacen los cursillos del Inem al que otra cosa a lo mejor no sabe, pero sí, con pelos y señales, todos y cada uno de los arcanos de su oficio y del trabajo.

Si lo que se pretende fuera espurgar del subsidio a los falsos parados, a esos que se las arreglan para vivir de él toda la vida o que compaginan su percepción con la de saneados ingresos sumergidos, no se querrían convertir los cursillos en cursillos-trampa, pues los listos, los vivos, se las arreglarán también para fingir que hacen uno de lo que sea cada 30 días. Lo que se pretende es, sin más, rebañar euros de donde sea, y ya no se sabe de dónde.