Debo confesar que, por no empeorar mi tensión que tiende a subir por cualquier menudencia, no contemplé el debate a cuatro, más allá de un breve vistazo a los atavíos: corbata azul, corbata roja, chaqueta sin corbata, camisa blanca. Pero sí asomé justo en el estratégico momento en que Iglesias le musitaba en voz baja a Sánchez poniendo caritas: --Pedro , Pedro , yo no soy el enemigo-- y cuando el exprofesor titular interino le espetaba al señor Rajoy aquello de "¡Y dos huevos duros!" A continuación me acosté. Acúsenme de irresponsable, pero mi sentido del deber no daba para más ni para menos. --Todavía siguen-- Oí casi dormida tras un tiempo que reputé excesivo. Luego he leído en los diarios opiniones para todos los gustos, aunque predominan las de que no hubo vencedor, que Rajoy salió bastante bien parado, que Sánchez estuvo muy desdibujado y que Rivera no se aclaraba entre atacar a Rajoy , contemporizar con Sánchez y enfrentarse a Iglesias que le despreció intentando degradarlo a condición de marca blanca popular. Ustedes que lo vieron juzgarán si he resumido bien lo que ocurrió.

Opinar, por tanto sobre lo que no vi, es algo que no he de hacer. Sí, sobre lo que leí en la prensa, a saber, que por mucho que todos se comprometieran, más o menos, a que no haya nuevas elecciones, eso es algo que no está tan claro. Rajoy dice que no las habrá si gobierna la lista más votada, Iglesias que quedará segundo y lo que quieren los votantes del PSOE es que él sea presidente. Sánchez que eso no va a pasar. Y Rivera ya me pierdo, pero parece que vetaría al gallego. Luego, si uno se fija en la diferencia entre las alianzas creadas, por oportunismo, patriotismo o necesidad y los sondeos entre los electores, el asunto se complica hasta la extenuación. Los votantes de IU, flamante o devorado asociado de Podemos, prefieren el PSOE a los morados, los de Ciudadanos, el PP al PSOE, los del PSOE, Podemos a Ciudadanos, y los del PP, se quieren a sí mismos. En fin, que puede que no haya nuevas elecciones. O sí.