No soy partidaria de poner a los niños en una burbuja en la que las nuevas tecnologías no existan; es evidente que son el futuro y se las tiene que conocer y disfrutar de ellas, pero de manera responsable. Entiendo que, para los padres, lo más cómodo, sobre todo con el ritmo de vida que se lleva hoy en día, es dejarlos pegados a la pantalla y así poder disfrutar de su momento de descanso. Pero esto trae consecuencias, sobre todo el desconocimiento de qué están haciendo sus hijos y con qué tipo de contenido se están enriqueciendo a lo largo de las infinitas horas que observan la pantalla sin su supervisión. Reacciones agresivas, palabrotas que un niño de 4 años no debería ni saber pronunciar, levantarse de la mesa porque lo único que quiere es volver a coger la tableta o encender la tele... Y lo peor es que cuando quedan con los amigos es para sentarse uno al lado del otro y jugar cada uno con su dispositivo. Repito, no se trata de evitar, sino de educar desde el control y el uso saludable de estos aparatos. Potenciar los juegos de mesa, los deportes, la lectura, la visita a teatros, conciertos... Y todo ello, claro que sí, complementado con una dosis reducida y siempre controlada de electrónica. Recuperemos a los niños y dejemos de parir cyborgs.