El BBVA prevé que el crecimiento de la economía extremeña será de un 2,8% en 2016. Pero el problema es cómo reducir su déficit excesivo (1,1% del PIB en mayo), sin frenar la recuperación. No es probable que cumplamos el objetivo de déficit del Programa de Estabilidad 2016-2019 (-0,7% para 2016 y -0,5% para 2017), dada la desviación observada en lo que va de año.

En estos años, Extremadura ha presentado déficits (en 2015 de 2,6% del PIB) y ha puesto en marcha medidas para corregirlo: fijación de una cuantía de no disponibilidad del gasto (0,2% del PIB), retención de 40 millones de la deuda histórica, cierre del presupuesto de 2016 en agosto y reducción del gasto público. Pero la alta tasa de paro del 27% registrado en el segundo trimestre del año supone mantener el gasto, para evitar que afecte a la distribución de la renta (el gasto social es un estabilizador automático que ayuda a mantener la renta de la familia y su consumo), y aumentar los recursos destinados a coberturas sociales como la sanidad.

El déficit persistente de la región provoca acumulación de deuda pública (ha pasado del 18% en 2014 al 22,4% del PIB en el segundo trimestre del año) dándose lo que los economistas llaman la «trampa de la pobreza»: primero, se produce un aumento del gasto, por el pago de intereses adicionales ( en esta ocasión el FLA ha permitido un ahorro de unos 100 millones de euros en los últimos 4 años), segundo, este mayor esfuerzo de la región por emitir deuda y captar ahorro provoca que las agencias de rating no mejoren nuestra calificación (en grado de inversión) y, por último, los acreedores exigirán mayores intereses y esto hace que vuelva a aumentar el gasto.

Para resolver el problema del déficit regional debemos saber si se debe a causas estructurales (desajuste de ingresos y gastos) o al ciclo económico. Al no ser el déficit estructural un dato observable, intuitivamente, podemos ver la evolución de la brecha entre el crecimiento del PIB potencial y real de la región, una mayor brecha significa que prevalece el déficit estructural. La brecha creció desde 2013 y en 2015 la economía regional no recuperó su tasa de crecimiento potencial del 5% (si sumamos al crecimiento del PIB la productividad aparente del trabajo y la tasa de actividad). Luego, el déficit estructural implica que los ingresos no cubran la restricción presupuestaria del gobierno regional, y que los impuestos deban aumentar para corregir el desajuste fiscal.

Entonces, ¿cómo financiamos el déficit estructural? Aumentando la recaudación, con subida de impuestos propios o con cambios normativos en los cedidos, mejor que con mas deuda o recorte de gasto e inversión pública. Esto último provocaría una caída de la demanda interna y de los precios, no permitiéndonos salir de la inflación negativa tan perjudicial para las empresas.

La política fiscal restrictiva de subida de impuestos tendría efectos expansivos al aumentar los ingresos, mejora el balance fiscal, favorece las expectativas de la región, gana credibilidad ante acreedores y agencias de rating (mejorando las condiciones de financiación) y aumenta el consumo a medio plazo por su influencia sobre las expectativas del consumidor, ya que pensará que cuando se recupere el ciclo habrá una bajada de impuestos, por lo que no necesitaría ahorrar ahora para hacer frente a mayores impuestos en el futuro. El resultado final sería atracción de inversiones y creación de empleo.

Es el momento, el efecto negativo de una subida de impuestos sobre el consumo a corto plazo, se vería compensado por la política monetaria expansiva del BCE, que favorece el crédito a la familia, por la depreciación del euro, que favorece las exportaciones, y por la inflación negativa en la región (en agosto del -0,1%) que amortiguaría la traslación de la subida de los impuestos a los precios.

La política fiscal es esencial para la economía regional. Por una parte, el gasto social aumentará por el poco crecimiento de la población y su envejecimiento y, por otra, los ingresos disminuirán ante la perspectiva de disminución de fondos europeos por las futuras ampliaciones. En conclusión, debemos plantear una nueva planificación fiscal para encontrar nuevos recursos que minoren el impacto de estos factores en el crecimiento a largo plazo de la región.