Hugo Chávez, ¿lo ha dejado todo atado y bien atado? ¿Sobrevivirá el chavismo a la desaparición del hombre que encontró en Bolívar la voluntad de lanzar a Venezuela y a toda América Latina por un nuevo camino? La muerte del carismático líder en torno al que ha girado toda la política latinoamericana en los últimos lustros plantea estas preguntas, que el futuro responderá. Lo que sí revelan las imágenes del profundo duelo nacional que su muerte ha provocado entre la ciudadanía es el amplísimo alcance popular de un líder cuya principal virtud fue la de poner en primer plano a la mayor parte de la población. Cuatro décadas de alternancia entre partidos democristianos y socialistas ningunearon a estos venezolanos a los que nunca alcanzó el maná del petróleo.

Pocos países pueden permitirse una inversión social de 400.000 millones de dólares en 10 años y Venezuela lo ha podido hacer gracias al boom del petróleo. Lo que no ha conseguido Chávez es que hoy el país sea más próspero o que la calidad de la democracia sea mejor. Todo lo contrario.

Chávez deja un país con problemas económicos que van desde un gran déficit fiscal, una moneda devaluada con regularidad o una inflación de dos dígitos. Las nacionalizaciones han alejado a los inversores extranjeros. Y la política de subsidios ha llevado a un bajón de las arcas públicas. Es cierto que con Chávez los índices de pobreza y desempleo se redujeron, pero también es verdad que la economía informal ocupa a una porción de la población que los expertos sitúan alrededor del 40%.

En cuanto a la calidad democrática, el balance es negativo. Desde su llegada al poder en 1998, los venezolanos han acudido a las urnas en 15 ocasiones, pero la democracia no solo es votar con regularidad. Desde el principio las aspiraciones caudillistas de Chávez quedaron a la vista. Si al empezar su primer mandato disfrutaba de amplio consenso, éste se fue diluyendo a partir de la elaboración de la Constitución Bolivariana en la que prolongó el mandato presidencial de 5 a 6 años. Chávez, conocedor del poder de los medios audiovisuales, instauró su peculiar populismo gobernando desde la televisión como si el ejercicio del poder fuera un reality show.

El líder venezolano quiso emular a Bolívar uniendo a toda América Latina bajo el manto del libertador y con el antiimperialismo por bandera pero el resultado ha sido la división. El ALBA (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) como contraposición al ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), impulsada por EEUU, vive de la generosidad de Venezuela. Mientras, una auténtica potencia regional como Brasil ha emergido y lo ha hecho al margen de una u otra alianza.

La próxima convocatoria de elecciones en un ambiente de elevada exaltación emotiva dejará fuera de juego a una oposición que aún no ha encontrado su camino. El chavismo ganará, pero está por ver hasta que punto hay unidad en sus filas y en las del Ejército, el otro brazo con el que gobernaba Chávez. Y Cuba es la otra incógnita. El régimen castrista se ha sustentado en la inestimable ayuda de Caracas que ha ocupado el lugar que en el pasado tenía la Unión Soviética. La desaparición de Chávez puede ser el punto de partida para replantearse unas nuevas relaciones con toda América incluidos EEUU. La herencia que deja Chávez no debe bloquear la exploración de estas relaciones. El líder bolivariano ya está en la historia de América Latina. Ahora toca a los venezolanos escribir la suya.