Bueno a ella no, me refiero a nuestra Ministra de Educación, que se acerquen a las escuelas y a sus docentes. Ayer por hoy, nuestra Ministra, se ha dirigido a los padres y madres para pedir que lleven a sus hijos al colegio, pues los centros son seguros, según ella. Fíjense que yo pensaba que los niños eran del Estado, no de los padres, también dicho por ella. Pareciera que según convenga se pasa de ser legítimo a putativo, los niños.

El argumentario esgrimido se basa en dos principios fundamentales: Los centros son espacios seguros y es peor dejar a los alumnos en casa que el riesgo que conlleva llevarlos, por el deterioro de las capacidades intelectuales y familiares. Por contra el de padres, madres y alumnos, miedo al contagio.

En primer lugar el mantra que por repetido no deja de no ser del todo cierto. Los docentes extreman las medidas para evitar el contagio masivo en los centros escolares, habida cuenta del número de alumnos en las aulas, no para evitar el contagio, pues de lo contrario no se cerrarían aulas ni se activarían protocolos de confinamiento cuando hay algún positivo. No digamos los alumnos que son asintomáticos, que parece son una mayoría, y acuden al centro siendo positivos pero sin padecer la enfermedad. Pero, pongamos un ejemplo, Laurita, cinco años, puede jugar con su primo Enrique de cuatro años sin mascarilla en el patio del colegio, pero no puede jugar ni en casa de Laurita ni en casa de Enrique, porque se contagian.Laurita y Enrique tienen dos abuelos, uno de cincuenta y seis años con diabetes y otro de sesenta con EPOC a los que hace casi un año no pueden acercarse, la misma edad y trastornos que tienen dos de los cuatro maestros que entran en su aula los que se abrazan cuando lloran o acuden cuando se caen. Será que el título de maestro o licenciado te otorga inmunidad ante el COVID, por eso no somos grupo prioritario en la segunda fase de vacunación.

En segundo lugar, es peor no asistir al centro que el riesgo que comporta. Vamos a ver señores, que nadie está diciendo que cierren los colegios “per saecula saeculorum”, a lo que yo el primero me opondría, se trata de aplicar “el principio de prudencia” ante la peor cifra de contagio de toda la pandemia, en aquellas comunidades con índices que sobrepasen los límites establecidos de incidencia acumulada, como prudentes. Además, los alumnos pueden recibir enseñanza en modalidad no presencial como mal menor, no como rutina, pues es innegable que la presencialidad es la única garante de una calidad de educación óptima, pero para poder ser educado o poder enseñar, lo primero es estar vivo, o al menos sano.

Por último, padres, madres alumnos y docentes: el miedo. ¿Cómo imagina usted que no tengan o tengamos miedo si las recomendaciones, restricciones y prohibiciones que han impuesto a la ciudadanía, al comercio, al tránsito, a las reuniones, etcétera dejan de tener validez en los centros escolares? Por cierto, no se pretende potenciar la autonomía de los centros y los Consejos Escolares? Pues deje usted en manos del máximo órgano de los centros escolares que decidan. Eso, o pongan medidas reales eficientes y creíbles para evitar el miedo. Que el miedo es libre, o ya tampoco ni eso.

*Maestro