WNw o se había visto nada igual desde los tiempos de la perestroika, hace más de 20 años. Cincuenta mil manifestantes pueden no ser muchos, pero en Rusia, donde las maneras represivas del régimen son durísimas, esta cifra, registrada ayer en Moscú, es una enormidad. Y no solo en la capital hubo manifestaciones. La gente ha salido a la calle desde Vladivostok, en el lejano oriente, hasta la Rusia más europea. El sistema de poder autoritario y personalísimo creado por Vladimir Putin hace 12 años, aceptado, de buen grado o a la fuerza, por gran parte de una población deseosa de estabilidad, ha llegado al límite. Los excesos del régimen y su voluntad de perpetuarse han puesto fin a este pacto tácito. Las elecciones del pasado domingo demostraron esta pérdida de confianza al pasar el partido oficialista Rusia Unida del 64% de los votos al 49%.

El descontento y el malestar de la sociedad han hecho que la población pierda el miedo. ¿Quiere esto decir que estamos asistiendo al inicio de una primavera rusa? Seguramente es muy aventurado responder afirmativamente, pero lo que sí es cierto es que se está dibujando un nuevo escenario para el que un Putin, experto en dureza y represión máximas, no está preparado. ¿Lo está la oposición? Lamentablemente, tampoco. Comunistas, liberales y nacionalistas han coincidido en la plaza, pero hasta ahora no han generado un movimiento verdaderamente organizado de protesta.