Comienzas un nuevo año con copa de cava en mano y puñado de uvas en boca a carrillos llenos. Como todos los años, la abuela de tu mujer se ha adelantado a las campanadas. «Que no madre, que estos son los cuartos», le reprende tu suegra. «Qué cuartos ni qué nada», refunfuña la abuela sin dejar de engullir uvas. Tu suegro levanta su copa de cava y os invita a brindar proponiendo a cada uno que, mentalmente, pida un deseo para el año nuevo. Tú has pedido que en tu empresa no sigan despidiendo a gente. Luego has comenzado a especular sobre los deseos que han pedido cada uno de los miembros de tu familia.

Seguro que la abuela ha pedido una buena subidita de su pensión, que no es precisamente de las altas, y encima lleva años subiendo a la baja. Tu suegro, te lo imaginas, ha pedido que a sus 75 años Dios le de entendimiento para comprender los entresijos del Internet, ya que no para de quejarse de hacer colas en el banco, para que luego el empleado le diga que si quiere evitarlas haga sus gestiones a través de la web de la entidad. A tu suegra le lees la mente. Apuestas a que está pidiendo una mujer que sea capaz de sacar de casa a su hijo Alfredo, que a sus 42 años aún sigue apalancado en casa. Ay, lo que daría ella por verle en el altar diciéndole a una mujer «sí, quiero». El deseo para este año de tu cuñado Alfredo sabes bien cual es y será por los años de los años: que su Atlético gane la final de la Champions al Madrid, y los colchoneros metan el gol a los merengues en el minuto 94 y de chiripa. Que así duele más perder. El deseo de tu cuñada se ve venir: que su marido se tome en serio la dieta que comienza cada año y se quite de encima los treinta kilos que le sobran. Y supongo que él deseará que a ella la mala leche y los nervios la dejen tranquila y engorde los veinte kilos que le faltan. El deseo de tu mujer es fácil adivinarlo: un trabajo fijo.

En estas estás, cuando la televisión hace un repaso de noticias del año y aparecen en pantalla los rostros de Donald Trump, Vladimir Putin y Kim Jong-un. Entonces te preguntas qué deseos pueden haber pedido esos tres personajes. Uff, te acojonas vivo.

*Pintor.