La propuesta conjunta del presidente del Gobierno y del jefe de la oposición para que el emeritense Alberto Oliart presida la Radiotelevisión Española ha suscitado un vivo debate sobre la idoneidad del candidato debido a su edad: 81 años. Cabría discutir si Zapatero y Rajoy han acertado con el próximo presidente de RTVE porque no tiene experiencia en el mundo de la gestión televisiva; o porque lleva años retirado de puestos de responsabilidad pública. Pero nada de eso ha sido objeto de discusión o, como mucho, lo ha sido en un segundo plano, ensombrecido por la edad del exministro. ¿Puede alguien con 81 años asumir una alta responsabilidad? Esa es la pregunta. Y la mayoría de las respuestas habidas en las tertulias y en los foros de internet ha sido: no, no puede o, al menos, no debería. ¿De verdad no debería? ¿Es que tendría peor criterio que alguien de 40 años? ¿Acaso menor capacidad de analizar los problemas? ¿O menguadas capacidades de encontrar soluciones que una persona algunas décadas menor que él? No es difícil atisbar tras esas dudas un prejuicio, cuando no un punto de desprecio a la edad. A la edad de la experiencia. Afortunadamente, miles de personas mayores se ponen cada día los prejuicios por montera con un argumento irrefutable: trabajando.