WEwra un secreto a voces que la Casa Blanca estaba utilizando a sus aliados con menos escrúpulos para aplicar técnicas especiales de interrogatorio a los detenidos fantasma de Al Qaeda, ocultándolos del control humanitario de la Cruz Roja, violando el derecho internacional y los tratados sobre derechos humanos rubricados por EEUU.

La prestigiosa entidad Human Rights Watch señala que esa represión global es similar a la que sufrieron los desaparecidos en las dictaduras de Pinochet y Videla (al fin y al cabo, apoyadas y asesoradas por Washington). El cinismo se completa con el anuncio hecho por Israel de que los 11 prisioneros más importantes están en unas mazmorras de Jordania, donde los métodos empleados con ellos no vulneran las leyes de prohibición de la tortura vigentes en territorio de EEUU.

Aparte de su evidente inmoralidad, esta actuación ilícita atiza el odio que alimenta la espiral de la barbarie yihadista y proporciona más munición ideológica a los islamistas, como ya ocurrió con los abusos cometidos contra los presos en Abú Graib y en Guantánamo. El terrorismo no dejará de crecer mientras sea combatido con procedimientos tan inmorales e ilícitos como los suyos.